Página 260 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
explican sus verdades. Esto, unido a himnos sencillos y oraciones
fervientes, conmoverá su corazón. Enséñese a los miembros de la
iglesia a hacer esta obra. Es tan importante como salvar a las almas
sin luz en el extranjero. Mientras algunos se ocupan de las almas de
países lejanos, que todos los que permanecen en su país se preocu-
pen y trabajen con igual diligencia por la salvación de quienes los
rodeen.
Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones
que no renuevan el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visi-
tar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o a ayudar a algún
necesitado.
Al tratar de ayudar a los pobres, los despreciados y los aban-
donados, no trabajéis como si estuvierais subidos en los zancos de
vuestra dignidad y superioridad, porque en tal caso nada lograríais.
Sed verdaderamente convertidos y aprended de Aquel que es manso
y humilde de corazón. Debemos recordar siempre al Señor. Como
siervos de Cristo, digamos con frecuencia, no sea que lo olvidemos:
“He sido comprado con precio”.
Dios no sólo pide nuestra benevolencia, sino también nuestra
buena disposición, nuestras palabras animadoras, nuestro apretón de
manos. Mientras visitamos a los afligidos hijos de Dios, hallaremos
a algunos que han perdido la esperanza. Devolvámosles la alegría.
Hay quienes necesitan el pan de vida; leámosles la Palabra de Dios.
Sobre otros se extiende una tristeza que ningún bálsamo ni médico
terrenal puede curar; oremos por ellos, y llevémoslos a Jesús.
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En ocasiones especiales, algunos ceden a un sentimentalismo que
los lleva a realizar acciones impulsivas. Creen que con eso prestan
un gran servicio a Cristo, pero no es así. Su celo muere pronto, y
descuidan su responsabilidad de prestar un servicio a Cristo. Lo
que Dios acepta no es un servicio espasmódico; no son arrebatos
de actividad emotiva lo que puede ser de beneficio para nuestros
semejantes. Esos esfuerzos para hacer bien causan con frecuencia
mayor perjuicio que beneficio.
Los métodos para ayudar a los menesterosos deben considerarse
con cuidado y oración. Debemos pedir sabiduría a Dios, porque él
sabe mejor que los mortales cortos de vista cómo debe cuidarse a las
criaturas que él hizo. Hay quienes dan indiscriminadamente a todo
el que solicita su ayuda. En esto se equivocan. Al tratar de ayudar a