Nuestro deber hacia el mundo
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algunos que dudan, convencedlos. A otros salvadlos arrebatándolos
del fuego; y de otros tened misericordia con temor”.
Judas 20-23
.
Haced sentir a las conciencias los terribles resultados de la desobe-
diencia a la ley de Dios. Demostrad que no es él quien causa el dolor
ni el sufrimiento, sino que el hombre, por su propia ignorancia y
pecado, atrajo esta condición sobre sí mismo.
Esta obra, debidamente realizada, salvará a muchos pobres pe-
cadores que han sido descuidados por las iglesias. Muchos que no
pertenecen a nuestra fe, están anhelando la ayuda que los cristianos
tienen el deber de darles. Si el pueblo de Dios quisiera manifestar
verdadero interés en sus vecinos, muchos serían alcanzados por las
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verdades especiales para este tiempo. Nada puede dar tan buen nom-
bre a la obra como ayudar a la gente donde está. Miles podrían estar
regocijándose hoy en el mensaje, si los que aseveran amar a Dios y
guardar sus mandamientos hubieran querido trabajar como Cristo
trabajó.
Cuando la obra médica misionera conduzca a hombres y mujeres
a un conocimiento salvador de Cristo y su verdad, se podrá invertir
sin peligro dinero y trabajo diligente en ella; porque será una obra
perdurable.
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