Cuidado de los huérfanos
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compasión hacia la viuda y el huérfano, manifestada en las oraciones
y los actos correspondientes, será recordada delante de Dios y al fin
será recompensada.
Un amplio campo de posibilidades espera a todos los que deseen
trabajar por el Maestro, cuidando a niños y jóvenes que han sido
privados de la dirección vigilante de sus padres y de la influencia
subyugadora de un hogar cristiano. Muchos de ellos han heredado
malos hábitos, y si se los deja crecer en la ignorancia, serán influen-
ciados por compañías que pueden conducirlos al vicio y el crimen.
Estos niños poco promisorios necesitan estar en un ambiente favo-
rable para la formación de un carácter adecuado, para que puedan
llegar a ser hijos de Dios.
Vosotros que profesáis ser hijos de Dios, ¿estáis haciendo vues-
tra parte para enseñar a estos que tanto necesitan que se los guíe
pacientemente al Salvador? ¿Estáis haciendo vuestra parte como
fieles siervos de Cristo? ¿Estamos cuidando de estas mentes que
todavía no se han formado, y que tal vez no estén bien disciplinadas,
con el mismo amor que Cristo manifestó hacia nosotros? El alma de
los niños y de los jóvenes está en peligro mortal si se los abandona
a sí mismos. Necesitan instrucción paciente, amor y tierno cuidado
cristiano.
Si no hubiese revelación que señalase nuestro deber, el mismo
espectáculo que ven nuestros ojos, y lo que sabemos de la inevitable
relación entre causa y efecto, deberían inducirnos a rescatar a esos
infortunados. Si los miembros de la iglesia quisieran dedicar a esta
obra la energía, el tacto y la habilidad que emplean en los negocios
comunes de la vida, si pidiesen sabiduría a Dios y procurasen fervo-
rosamente amoldar estas mentes indisciplinadas, podrían rescatarse
muchas almas que están a punto de perecer.
Si los padres sintiesen por la salvación de sus propios hijos la
solicitud que debieran sentir, si los llevasen al trono de la gracia en
sus oraciones y viviesen de acuerdo con ellas, sabiendo que Dios
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quiere ayudarlos, podrían tener éxito en su trabajo por los niños
que no son de su propia familia, especialmente por aquellos que no
pueden recibir consejos ni dirección de sus propios padres. El Señor
invita a todo miembro de la Iglesia a cumplir su deber hacia esos
huérfanos.