Cuidado de los huérfanos
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Tomemos estos niños y presentémoslos a Dios como una ofrenda
fragante. Pidamos su bendición sobre ellos, y luego moldeémoslos
de acuerdo a la orden de Cristo. ¿Aceptará nuestro pueblo este
santo cometido? A causa de nuestra piedad superficial y ambición
mundana, ¿dejaremos que esos seres por quienes Cristo murió sufran
y vayan por malos caminos?
La Palabra de Dios contiene abundantes instrucciones sobre el
trato que debemos dar a la viuda, al huérfano y al pobre doliente
y menesteroso. Si todos las obedecieran, el corazón de la viuda
cantaría de gozo; los pequeñuelos hambrientos serían alimentados;
se vestiría a los indigentes; y revivirían los que están a punto de
perecer. Los seres celestiales nos observan y cuando, motivados por
nuestro celo por la honra de Cristo nos coloquemos en el camino de
la providencia divina, estos mensajeros celestiales nos impartirán un
nuevo poder espiritual para que podamos subsanar las dificultades y
triunfar sobre todos los obstáculos.
¡Qué bendición recibirán los que trabajen! Para muchos que son
ahora indolentes, egoístas y centrados en sí mismos, esto sería como
resucitar. Reviviría entre nosotros la caridad celestial, la sabiduría y
el celo.
Adopción de huérfanos por esposas de pastores
Se ha preguntado si la esposa de un ministro debe adoptar niños
pequeños. Respondo: Si ella no tiene inclinación ni idoneidad para
dedicarse a la obra misionera fuera de su casa, y siente que es su
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deber recibir niños huérfanos y cuidarlos, puede hacer una buena
obra. Pero elija los niños en primer lugar de entre los hijos huérfanos
de observadores del sábado. Dios bendecirá a hombres y mujeres
que, con corazón voluntario, compartan su hogar con estos niños
desamparados. Pero si la esposa del ministro está capacitada para
educar a otros, debe consagrar sus facultades a Dios como obrera
cristiana. Debe ser una verdadera ayuda para su esposo, apoyándolo
en su trabajo, perfeccionando su intelecto y contribuyendo a dar
el mensaje. Está abierto el camino para que mujeres humildes y
consagradas, dignificadas por la gracia de Cristo, visiten a los que
necesitan ayuda e impartan luz a los desalentados. Pueden animar
a los que están agobiados y abatidos, orar con ellos y conducirlos