Página 287 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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El premio del servicio
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crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán”. Vemos el
desierto de la vida “regocijarse, y florecer como la rosa”.
Cristo se deleita en utilizar un material aparentemente sin espe-
ranza y convertirlo en el objeto de su gracia, aquellos que Satanás ha
envilecido y mediante quienes ha trabajado. Se regocija en librarlos
del sufrimiento y de la ira que habrá de derramarse sobre el desobe-
diente. A sus hijos los hace agentes en la terminación de esta obra, y
en su éxito, aun en esta vida, encuentran una preciosa recompensa.
Pero, ¿qué es esto comparado con el gozo que sentirán en el gran
día de la manifestación final? “Ahora vemos por espejo, oscuramen-
te; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conocemos en parte;
pero entonces conoceremos como fuimos conocidos”.
1 Corintios
13:12
.
El galardón de los obreros de Cristo es entrar en su gozo. El gozo
que el mismo Cristo contempla con vehemente deseo, se presenta
en su oración a su Padre: “Padre, aquellos que me has dado, quiero
que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”.
Juan 17:24
.
Cuando Jesús ascendía después de su resurrección, los ángeles
esperaban para darle la bienvenida. Las huestes celestiales anhe-
laban saludar de nuevo a su amado Comandante, devuelto a ellos
de la prisión de la muerte. Ansiosamente se apretujaban alrededor
de Cristo cuando entraba por las puertas del cielo. Los volvería a
saludar, pero su corazón estaba con el grupo de afligidos y solitarios
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discípulos a quienes había dejado sobre el monte de los Olivos. Y
todavía permanece con sus hijos luchadores sobre la tierra, quienes
aún deberán pelear con el destructor. “Padre”, dice él, “quiero que
los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy”.
Los redimidos de Cristo son sus joyas, sus preciosos y peculiares
tesoros. “Porque como piedras de diadema serán enaltecidos en
su tierra”; “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”
Zacarías 9:16
;
Efesios 1:18
. En ellos “verá el fruto de la aflicción de
su alma, y quedará satisfecho”.
Isaías 53:11
.
¿No se regocijarán también sus obreros cuando contemplen el
fruto de su trabajo? El apóstol Pablo escribe a los conversos de
Tesalónica: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona
de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor
Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”.
1
Tesalonicenses 2:19, 20
. También exhorta a los hermanos de Filipo