Página 297 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Las cualidades del colportor
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llegaron a ser hijos e hijas de Dios, en el lugar y el trabajo donde
estaban obraron en favor de quienes los rodeaban. Aunque privados
del conocimiento que se obtiene en la escuela, se consagraron a
Dios, y Dios obró por su medio. Como los discípulos, cuando fueron
llamados de sus oficios de pescadores a seguir a Cristo, aprendieron
preciosas lecciones del Salvador. Se vincularon con el gran Maes-
tro, y el conocimiento que adquirieron de las Escrituras los calificó
para hablar a otros de él. Así llegaron a ser verdaderamente sabios,
porque no eran demasiado sabios en su propia opinión para recibir
instrucción de lo alto. El poder renovador del Espíritu Santo les dio
energía práctica y salvadora.
El conocimiento del hombre más sabio, que no ha aprendido en
la escuela de Cristo, es insensatez en lo que se refiere a conducir
almas al Señor. Dios puede obrar únicamente por medio de quienes
aceptan la invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas. Por que mi yugo es fácil, y ligera mi
carga”.
Mateo 11:28-30
.
Muchos de nuestros colportores se han apartado de los principios
correctos. El deseo de obtener ventajas mundanales desvió su mente
del verdadero propósito y espíritu de la obra. Nadie piense que con
ostentación se impresionará correctamente a la gente. Con esto no
se conseguirán los mejores ni más permanentes resultados. Nuestra
obra consiste en dirigir las mentes a las verdades solemnes para
este tiempo. Solamente cuando nuestro propio corazón esté lleno
del espíritu de las verdades contenidas en el libro que vendemos,
y cuando con humildad llamemos la atención de la gente a esas
verdades, el verdadero éxito acompañará nuestros esfuerzos; porque
únicamente entonces el Espíritu Santo, que convence de pecado, de
justicia y de juicio, estará presente para impresionar los corazones.
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Nuestros libros deben ser vendidos por obreros consagrados, a
quienes el Espíritu Santo pueda emplear como sus instrumentos.
Cristo es todo lo que necesitamos, por lo tanto debemos presentar la
verdad con humilde sencillez, dejándole manifestar su propio sabor
de vida para vida.
La oración humilde y ferviente hará más en favor de la circula-
ción de nuestros libros que todos los costosos adornos del mundo.