Página 301 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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El colportor es un obrero evangélico
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20:18-21
. El elocuente Pablo, a quien Dios se manifestó de manera
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admirable, iba de casa en casa con toda humildad y con muchas
lágrimas y tentaciones.
Todos los que deseen tener oportunidad de ejercer un verdadero
ministerio, y que quieran entregarse sin reserva a Dios; hallarán en
el colportaje oportunidades para hablar de las muchas cosas con-
cernientes a la vida futura e inmortal. La experiencia así ganada
será aun de más valor para los que se están preparando para el mi-
nisterio. Es la compañía del Espíritu Santo de Dios lo que prepara
a los obreros, sean hombres o mujeres, para apacentar la grey de
Dios. Mientras alberguen el pensamiento de que Cristo es su com-
pañero, sentirán una reverencia santa, un gozo sagrado en medio de
los incidentes penosos y de todas las pruebas. Aprenderán a orar
mientras trabajen. Serán instruidos en la paciencia, la bondad, la
afabilidad y el espíritu servicial. Practicarán la verdadera cortesía
cristiana, recordando que Cristo, su Compañero, no puede aprobar el
lenguaje inadecuado ni sentimientos incorrectos. Sus palabras serán
purificadas. Considerarán la facultad del habla como talento precio-
so, que les ha sido prestado para hacer una obra elevada y santa. El
agente humano aprenderá a representar al Compañero divino con
el cual está asociado. Manifestará respeto y reverencia hacia este
Ser santo e invisible, porque lleva su yugo y aprende sus modales
puros y santos. Los que tienen fe en este Acompañante divino se
desarrollarán. Serán dotados de poder para revestir el mensaje de
verdad con una belleza sagrada.
Hay quienes son idóneos para la obra del colportaje, y pueden
realizar más en este ramo que en la predicación. Si el Espíritu de
Cristo mora en su corazón, hallarán oportunidad de presentar su
Palabra a otros, y de dirigir las mentes a las verdades especiales para
este tiempo. A veces emprenden este trabajo hombres con dones
para él; pero algún ministro poco juicioso los halaga diciéndoles
que sus dones debieran dedicarse a la predicación en lugar de la
obra del colportaje. Influyen en ellos para obtener una licencia para
predicar, y las personas que podrían haberse preparado para ser
buenos misioneros que visitasen las familias en sus casas, hablasen y
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orasen con ellas; son desviados de una obra para la cual son idóneos.
Así convierten en ministros mediocres, y queda descuidado el campo
donde hay tanta necesidad y donde tanto bien se podría hacer.