Página 339 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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La observancia del sábado
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revestido de nuestra naturaleza. Como intercesor nuestro, su obra
consiste en presentarnos a Dios como sus hijos e hijas. Cristo inter-
cede en favor de los que le han recibido. En virtud de sus propios
méritos, les da poder para llegar a ser miembros de la familia real,
hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su infinito amor a Cris-
to, quien pagó nuestro rescate con su sangre, recibiendo y dando la
bienvenida a los amigos de Cristo como amigos suyos. Está satisfe-
cho con la expiación hecha. Ha sido glorificado por la encarnación,
la vida, la muerte y la mediación de su Hijo.
Tan pronto como un hijo de Dios se acerca al propiciatorio,
llega a ser cliente del gran Abogado. Cuando pronuncia su primera
expresión de penitencia y súplica de perdón, Cristo acepta su caso y
lo hace suyo, presentando la súplica ante su Padre como su propia
súplica.
A medida que Cristo intercede en nuestro favor, el Padre abre
los tesoros de su gracia para que nos los apropiemos, para que los
disfrutemos y los comuniquemos a otros. Pedid en mi nombre—dice
Cristo—y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; pues el
mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis. Haced uso de
mi nombre. Esto dará eficacia a vuestras oraciones, y el Padre os
dará las riquezas de su gracia; por lo tanto, “pedid, y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido”.
Juan 16:24
.
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Dios desea que sus hijos obedientes se apropien de su bendición
y se presenten delante de él con alabanza y agradecimiento. Dios es
la fuente de la vida y el poder. Él puede hacer del desierto un campo
fructífero para el pueblo que guarda sus mandamientos, porque ello
glorifica su nombre. Él ha hecho para su pueblo escogido algo que
debiera inspirar agradecimiento a todo corazón, y le agravia que se
le tribute tan poca alabanza. Desea que su pueblo se exprese con
más energía y demuestre saber que tiene motivos para estar gozoso
y alegre.
El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia.
¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los
hitos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó
a Moisés que inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de
que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar
monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para
conservarlos, a fin de que cuando los niños preguntasen acerca de