Página 348 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
han promovido estos temas con insistencia exagerada. Sin embargo,
debido a que algunos han actuado repetidamente de una forma poco
discreta, al imponer sus ideas respecto a la reforma pro salud, ¿se
atrevería alguien a despreciar la verdad al respecto? Los habitantes
del mundo por lo general se encuentran en el polo opuesto, el de la
complacencia del apetito y la intemperancia en el comer y el beber,
y como resultado las prácticas lujuriosas abundan.
Hay muchos que se prepararon para servir al Maestro, pero ahora
están bajo la sombra de la muerte porque descuidaron la sagrada
obligación de observar las leyes de la salud. Las leyes del cuerpo
humano son realmente leyes de Dios, pero mucha gente lo ha olvi-
dado. Algunos han adoptado una dieta que no puede mantenerlos
saludables. No hicieron provisión para sustituir los artículos noci-
vos por alimentos nutritivos, ni consideraron que la preparación de
comidas saludables requiere discreción y creatividad. El organismo
debe alimentarse en forma debida para que funcione adecuadamente.
Después de eliminar los diversos alimentos perjudiciales, se desvir-
tuaría la reforma pro salud si se pasara al extremo opuesto de reducir
la cantidad y la calidad de los alimentos a un nivel inaceptable. Eso
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sería deformar, en vez de reformar, la salud.
La verdadera temperancia
El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que los que corren en el
estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio?
Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo
se abstiene; ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible,
pero nosotros, una incorruptible. Así que yo de esta manera corro,
no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea
el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no
sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado”
1 Corintios 9:24-27
.
En el mundo hay mucha gente que cultiva hábitos perniciosos.
El apetito es la ley que los gobierna, y debido a sus hábitos inco-
rrectos, la capacidad de distinguir entre lo que conviene y lo que no
conviene se deteriora y la aptitud para discernir las cosas sagradas
se malogra en gran medida. Por eso es necesario que los cristianos
sean estrictamente temperantes. Deben proponerse normas elevadas.