Página 416 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
Ya es tiempo que obedezcamos la enseñanza de Palabra de Dios.
Todos sus mandamientos los ha dado para nuestro bien, para con-
vertir el alma a la rectitud moral. Cada persona que se convierte a
la verdad debiera recibir instrucción acerca de los requerimientos
de Dios en lo que atañe a los diezmos y las ofrendas. A medida
que surgen nuevas iglesias, esta obra debe llevarse acabo en forma
decidida y con el espíritu de Cristo. Todo lo que la gente disfruta lo
recibe de la generosa mano del Señor, y él se siente complacido de
permitir que sus herederos disfruten de sus beneficios; pero todos los
que están bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emmanuel
deben reconocer su dependencia de Dios y su responsabilidad hacia
él, devolviendo a la tesorería la parte que le pertenece a él. Estos
recursos deben invertirse en la obra misionera en cumplimiento de la
comisión dada a sus discípulos por el Hijo de Dios: “Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones”. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio
a toda criatura”. “Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo”
Mateo 28:19, 20
;
Marcos 16:15
.
Las personas que están verdaderamente convertidas son llamadas
a realizar una obra que requiere dinero y consagración. La obligación
que nos compele a incluir nuestros nombres en los libros de la
iglesia, y eso nos compromete a trabajar para Dios al nivel de nuestra
máxima habilidad. Él exige un servicio total, y la completa devoción
del corazón, el alma, la mente y las fuerzas. Cristo nos ha traído a
la iglesia para comprometer y usar todas nuestras facultades en un
servicio consagrado para la salvación de la gente. Cualquier cosa
que no esté a la altura de esto, significa oposición a la obra. Existen
solamente dos lugares en el mundo donde podamos depositar nuestro
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tesoro: en la tesorería de Dios, o en la de Satanás; y todo lo que no
se dedica al servicio de Cristo se considera que se ha colocado en el
lado de Satanás y fortalecerá su causa.
El Señor ha dispuesto que los recursos confiados a nosotros
debemos usarlos en la edificación de su reino. Ha entregado sus
bienes a sus mayordomos para que negocien hábilmente con ellos y
le traigan los ingresos en función de personas salvadas para la vida
eterna. Esas personas, a su turno, se convertirán en mayordomos de