Página 417 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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la verdad, para cooperar con la gran firma en los intereses del reino
de Dios.
Donde hay vida se produce aumento y crecimiento; en el reino
de Dios existe un intercambio constante: tomar y dar; recibir y
entregar al Señor lo que es suyo. Dios trabaja con cada creyente
auténtico, y la luz y la bendición recibidas se dan nuevamente en la
obra realizada por el creyente. Así es como aumenta la capacidad
de recibir. A media que se comparten los dones celestiales, se hace
lugar para que nuevas corrientes de gracia fluyan hacia el alma desde
la fuente viva. Así se obtienen mayor luz, aumento del conocimiento
y bendiciones. En esta obra, que incumbe a cada miembro de iglesia,
yace la vida y el crecimiento de toda iglesia. La persona cuya vida
consiste en recibir constantemente sin nunca dar, no tarda en perder
la bendición. Si la verdad no fluye de su persona hacia otros, perderá
la capacidad de recibir. Debemos compartir los beneficios recibidos
del cielo si deseamos recibir renovadas bendiciones.
Esto es igualmente verdadero tanto en las cosas temporales como
en las espirituales. El Señor no desciende a este mundo trayendo
oro y plata para promover su obra. En cambio provee recursos a
la gente para que mediante sus donativos y ofrendas contribuyan a
que su obra continúe avanzando. El propósito que sobrepuja a todos
los demás para el cual debieran usarse los recursos que Dios da,
es el sostenimiento de los obreros que trabajan en el gran campo
donde está la cosecha de almas. Y si los hombres y las mujeres
se convierten en canales de bendición para otras almas, el Señor
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mantendrá los canales provistos. Lo que empobrece a la gente no es
la devolución de lo que pertenece a Dios, sino su retención es lo que
la empobrece.
La obra de compartir lo que uno ha recibido convertirá a cada
miembro de iglesia en un colaborador de Dios. No podemos hacer
nada por cuenta propia, pero Cristo es el obrero principal. Toda
persona tiene el privilegio de trabajar juntamente con él.
El Salvador dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos
atraeré a mí mismo”.
Juan 12:32
. Cristo soportó la cruz por el gozo
de ver almas redimidas. Se convirtió en el sacrificio viviente por el
mundo caído. Ese acto de sacrificio de sí mismo incluyó el corazón
de Cristo y el amor de Dios; y mediante este sacrificio se dio al
mundo la poderosa influencia del Espíritu Santo. La obra de Dios