Página 419 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Ayuda para los campos misioneros
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tras vez el Señor ha hablado al respecto. Su bendición no puede
acompañar a su pueblo si desprecia sus instrucciones.
Practicad la economía en vuestros hogares. Muchos están al-
bergando y adorando ídolos. Apartad vuestros ídolos. Renunciad a
vuestros placeres egoístas. Os ruego que no absorbáis recursos en el
embellecimiento de vuestras casas; porque es el dinero de Dios, y
pedirá que se lo devolváis. Padres, por amor de Cristo, no empleéis
el dinero del Señor para satisfacer las fantasías de vuestros hijos. No
les enseñéis a seguir la moda ni a practicar ostentación para ganar
influencia en el mundo. ¿Podría esto inclinarlos a salvar las almas
por las cuales Cristo murió? No; sólo crearía envidias, celos y malas
suposiciones. Vuestros hijos se verían inducidos a competir con la
ostentación y extravagancia del mundo y a gastar el dinero del Señor
en lo que no es esencial para la salud o la felicidad.
No enseñéis a vuestros hijos a pensar que vuestro amor hacia
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ellos debe expresarse satisfaciendo su orgullo, prodigalidad y amor
a la ostentación. No es ahora el momento de inventar maneras de
consumir el dinero. Dedicad vuestras facultades inventivas a tratar
de economizarlo. En vez de satisfacer la inclinación egoísta gastando
dinero en cosas que destruyen las facultades del raciocinio, procurad
cuidadosamente practicar la abnegación para tener algo que invertir
en la tarea de enarbolar el estandarte de la verdad en los campos
nuevos. El intelecto es un talento; usadlo para estudiar cómo emplear
mejor vuestros recursos para la salvación de la gente.
Enseñad a vuestros hijos que Dios tiene sobre todo lo que poseen
un derecho que nada puede abolir jamás; cualquier cosa que ellos
tengan, él se las ha confiado en custodia, para probar su obediencia.
Inspiradles la ambición de ganar estrellas para su corona haciendo
pasar muchas almas del pecado a la justicia.
El dinero es un tesoro necesario; no debe gastarse pródigamente
para beneficio de quienes no lo necesitan. Algunos necesitan vues-
tros donativos voluntarios. Con demasiada frecuencia, los que tienen
recursos dejan de considerar cuántos hay en el mundo que tienen
hambre y padecen por falta de alimento. Tal vez digan: “No puedo
alimentarlos a todos”. Pero si practicamos las lecciones de economía
que nos dejó Cristo, podremos alimentar por lo menos a uno. Puede
ser que podáis alimentar a muchos que tienen hambre del alimento
temporal; y podéis alimentar sus almas con el pan de vida. “Recoged