Página 420 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”.
Juan 6:12
.
Estas palabras las pronunció Aquel que tenía todos los recursos del
universo a su disposición; aun cuando su poder de hacer milagros
proporcionó alimento a millares, no desdeñó enseñar una lección de
economía.
Practicad la economía en el empleo de vuestro tiempo. Perte-
nece al Señor. Vuestra fuerza es del Señor. Si tenéis costumbres de
despilfarro, suprimidlas de vuestra vida. Si conserváis tales hábitos,
ellos ocasionarán vuestra bancarrota para la eternidad, mientras que
los hábitos de economía, laboriosidad y sobriedad son, aun en este
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mundo, una porción mejor para vosotros y vuestros hijos, que una
dote cuantiosa.
Somos viajeros, peregrinos y advenedizos en la tierra. No gaste-
mos nuestros recursos para satisfacer deseos que Dios nos ordena
reprimir. Demos, más bien, el debido ejemplo a los que se tratan
con nosotros. Representemos adecuadamente nuestra fe restringien-
do nuestros deseos. Levántense las iglesias como un solo hombre
y trabajen fervientemente como quienes andan en la plena luz de
la verdad para estos últimos tiempos. Impresione vuestra influen-
cia a la gente para hacerle comprender el carácter sagrado de los
requerimientos de Dios.
Si en la providencia de Dios habéis recibido riquezas, no os
acomodéis a este mundo pensando que no necesitáis dedicaros a
un trabajo útil, que tenéis bastante, y que podéis comer, beber y
alegraros. No permanezcáis ociosos mientras otros luchan para ob-
tener recursos para su causa. Invertid vuestros recursos en la obra
del Señor. Si hacéis menos que vuestro deber para ayudar a los que
perecen, recordad que al ser indolentes os hacéis culpables.
Dios es quien da a los hombres el poder de conseguir riquezas, y
él otorga esta capacidad, no como medio de complacer al yo, sino
como un medio de devolver a Dios lo suyo. Con este objeto, no
es pecado adquirir recursos. El dinero debe ganarse por el trabajo.
Todo joven debe cultivar costumbres de laboriosidad. La Biblia no
condena a nadie por ser rico, si adquirió sus riquezas honradamente.
Es el amor egoísta al dinero mal empleado lo que constituye la raíz
de todo mal. La riqueza resultará una bendición si la consideramos
como del Señor, para recibirla con agradecimiento y devolverla con
igual agradecimiento al Dador.