Página 423 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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La casa publicadora de Noruega
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mayordomos. Si ocurriese esto, los hombres dirían que fue porque
el Señor no pudo impedirlo.
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Estas cosas significan mucho para nuestros hermanos y herma-
nas en Escandinavia. Ellos serán probados dolorosamente si sus
instalaciones dejan de funcionar. Hagamos un esfuerzo para impedir
que ellos caigan en la depresión y el desaliento. Permitamos que
haya un esfuerzo consagrado, unido, para sacar a la casa publicadora
de la dificultad en la cual ha caído.
Hay personas que tienen poca fe, que pueden tratar de desalentar
a otros y así impedirles que participen en esta buena obra. Sólo
se necesita una palabra desalentadora para provocar y fortalecer
el egoísmo en el alma. No escuchéis a quienes procuren tentaros.
Poned a un lado las preguntas que surgirán en cuanto a cómo surgió
la dificultad. Mayormente puede haber sido el resultado de errores
que se cometieron; pero no dediquemos tiempo ahora a la crítica
y las quejas. Las críticas, las quejas y la censura no ayudarán a
nuestros hermanos en su incertidumbre y aflicción.
Dios ha llamado a agentes humanos para trabajar juntamente
con él en la obra de la salvación. Él usa a hombres con debilidades
y sujetos a errar. Por lo tanto no censuremos a los que han tenido la
desgracia de cometer errores. Más bien procuremos que la gracia de
Dios nos transforme de tal manera que lleguemos a ser compasivos y
sensibles ante el dolor humano. Esto causará gozo en el cielo; porque
el hecho de amar a nuestro hermano caído como Dios y Cristo nos
aman, revela que somos partícipes de los atributos de Cristo.
Este no es tiempo para criticar. Lo que ahora se necesita es
simpatía genuina y ayuda decidida. Debiéramos considerar indivi-
dualmente las necesidades de nuestros hermanos. Que cada aliento
que se dedica a este asunto se use para hablar palabras que animarán.
Que cada facultad se emplee en actos que elevarán.
Una parte del ministerio de los ángeles celestiales es visitar
nuestro mundo y supervisar la obra del Señor que está en las manos
de sus mayordomos. En cada momento de necesidad ellos ministran
a quienes, que como colaboradores con Dios, están esforzándose
para llevar adelante su obra en la tierra. Se nos describe a estas
inteligencias celestiales como seres deseosos de observar el plan de
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redención, que se regocijan toda vez que prospera cualquier parte de
la obra de Dios.