Página 53 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Los congresos campestres
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Cristo. Qué bueno sería si los obreros de Cristo pudieran manifestar
la mitad de la vigilancia que emplea Satanás, quien se encuentra
siempre bien despierto, velando para colocar alguna trampa para
destruirlos.
Que cada nuevo día se convierta en el día más importante. Ese
día o esa noche podría ser la única oportunidad que alguna persona
pueda tener de escuchar el mensaje de amonestación. Recordad
siempre eso.
Cuando los ministros permiten que se los aleje de su obra para
visitar las iglesias, no solamente agotan sus energías físicas, sino,
que además se privan ellos mismos del tiempo que necesitan para
estudiar y orar, para guardar silencio delante de Dios y para efectuar
un examen de conciencia. Como resultado, quedan descalificados
para realizar el trabajo cuando y donde se requiera.
Nada es más necesario en la obra que los resultados prácticos que
produce la comunión con Dios. Debiéramos demostrar en nuestra
vida diaria que gozamos de paz y reposo en el Señor. Cuando hay
paz en el corazón se reflejará en el rostro. Proporciona a la voz un
poder persuasivo. La comunión con Dios impartirá elevación moral
al carácter y a todo el comportamiento. La gente comprenderá que
nosotros—lo mismo que los primeros discípulos—, hemos estado
con Jesús. Esto impartirá a la obra del pastor un poder aún mayor que
el que procede de la influencia de su predicación. No debe permitir
que se le prive de ese poder. La comunión con Dios por medio de la
oración y el estudio de su Palabra no debe descuidarse, pues en eso
radica la fuente de su fortaleza. Ningún trabajo para la iglesia debe
ser más importante que este.
Nuestra confianza en Dios y en las realidades eternas es muy
débil. Si los hombres y las mujeres estuvieran con Dios, él los
escondería en la hendidura de la Roca. Protegidos así, pueden ver a
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Dios, de la misma manera como Moisés lo vio. Con el poder y la luz
que Dios otorga, pueden comprender y lograr más de lo que habían
considerado posible.
Se necesita más habilidad, tacto y sabiduría para presentar la
Palabra y alimentar la grey del Señor que lo que muchos suponen.
Una presentación árida y sin vida de la verdad menoscaba el más
sagrado mensaje que Dios ha dado a la humanidad.