Página 56 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
propósito y armonía en la actuación. Este será un medio maravilloso
de atraer la bendición de Dios sobre el pueblo.
Antes de predicar un sermón, los pastores deben dedicar tiempo
para acudir a Dios en busca de sabiduría y poder. En los comienzos
de nuestra iglesia, los pastores se reunían con frecuencia y oraban
juntos sin cesar hasta que el Espíritu de Dios contestaba sus oracio-
nes. Luego regresaban con los rostros resplandecientes; y cuando
hablaban a la congregación, sus palabras eran poderosas. Impresio-
naban el corazón de los asistentes porque el mismo Espíritu que
los había bendecido, preparaba los corazones para que recibieran
su mensaje. Los seres celestiales están realizando mucho más de
lo que nos damos cuenta para preparar el camino con el fin de fa-
cilitar la conversión de la gente. Debemos trabajar en armonía con
los mensajeros celestiales. Necesitamos más de Dios; no debemos
suponer que nuestras palabras y sermones bastan para realizar la
obra. A menos que alcancemos a la gente a través de Dios, nunca lo
lograremos. Debemos depender totalmente de Dios, implorando el
cumplimiento de su promesa: “No con ejército, ni con fuerza, sino
con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
Zacarías 4:6
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Cuando los obreros a quienes Dios ha confiado responsabilidades
como dirigentes sientan temor y temblor delante de él por causa de
la responsabilidad del trabajo, cuando sientan su propia indignidad y
busquen al Señor con humildad, cuando se purifiquen de todo lo que
a él le desagrada, cuando clamen ante él hasta estar seguros de haber
obtenido perdón y paz, entonces Dios se manifestará por medio de
ellos. Entonces la obra avanzará con poder.
Compañeros de labor, debemos procurar que Jesús, el inesti-
mable Jesús, more en nuestros corazones con mayor plenitud, si
queremos tener éxito al presentarlo a la gente. Tenemos una gran
necesidad de la influencia celestial, del Espíritu Santo de Dios para
dar poder y eficiencia a nuestra obra. Necesitamos abrir nuestro
corazón a Cristo. Tenemos necesidad de una fe más sólida y una de-
voción más ferviente. Necesitamos morir al yo y abrigar en nuestras
mentes y corazones un amor reverente por nuestro Salvador. Cuando
busquemos al Señor de todo corazón, lo hallaremos y nuestros cora-
zones arderán con su amor. El yo se volverá insignificante y Jesús
será todo y una totaliad para el alma.