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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
Cuando el ser humano participe de la naturaleza divina, el amor
de Cristo será un principio permanente en el alma; el yo y sus rasgos
característicos no serán evidentes. Pero es triste ver que los que
debieran ser vasos de honra se complacen en la gratificación de la
baja naturaleza y transitan por senderos que la conciencia condena.
Muchos que profesan ser seguidores de Cristo caen a un nivel bajo,
siempre lamentándose de sus defectos, pero nunca venciendo ni
aplastando a Satanás bajo sus pies. La culpa y la recriminación
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agobian constantemente el alma, y el clamor de tales personas bien
puede ser: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?”
Romanos 7:24
. La complacencia en el pecado destruye la
dignidad personal y cuando esta desaparece, disminuye el respeto
por los demás; entonces pensamos que los demás son tan impíos
como nosotros mismos.
Estas cosas deben ser presentadas a la consideración de la feli-
gresía durante nuestras convocaciones anuales, y todos deben ser
animados a encontrar en Cristo liberación del poder del pecado. El
dice: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo
vuestro corazón,... y seré hallado por vosotros”.
Jeremías 29:13,
14
. La norma debe elevarse y la predicación debe ser de carácter
sumamente espiritual, para que el pueblo pueda ser guiado a ver la
razón de sus debilidades e infelicidad. Muchos son infelices porque
son impuros. Solamente la pureza de corazón y la inocencia mental
pueden ser bendecidas por Dios. Cuando se acaricia el pecado, puede
producir al final tan solo infelicidad. El pecado que puede conducir
a los resultados más desagradables, es el orgullo, la falta de la clase
de simpatía y amor que manifestó Cristo.
La forma de presentar el mensaje
Por doquiera hay corazones que claman por el Dios viviente. En
las iglesias se han pronunciado discursos insatisfactorios para el alma
hambrienta. Esos discursos carecen de la manifestación divina que
enternece la mente y crea un fervor en el alma. La audiencia no puede
decir: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba
en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”
Lucas 24:32
.
Mucha de la enseñanza ofrecida carece de poder para despertar al
transgresor o convencer de pecado. Las personas que vienen a oír la