Página 77 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Después del congreso campestre
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declarado convencidos por la Palabra y desean aceptar la verdad,
tendrán que enfrentarse a la oposición más decidida y sutil. Minis-
tros, amigos y conocidos harán todo esfuerzo posible para arrebatar
la semilla de la verdad sembrada en el corazón. No debemos dejar,
por lo tanto, que la semilla sea arrebatada. No debemos permitir que
se marchite por falta de riego.
Los cambios tienden a debilitar la influencia de las reuniones.
Continuad las reuniones en los terrenos del congreso campestre
siempre que eso sea práctico. Pero cuando parezca aconsejable
mudarse, que la tienda de campaña más espaciosa se traslade a
algún lugar favorable, y que allí se continúen las reuniones. Debe
establecerse una misión. Adquirid un sitio adecuado, que varios
obreros se unan para formar una familia misioinera. La misión
debe comprender un hombre con su esposa, que sean personas con
habilidad y consagración para que su influencia le dé carácter a la
obra.
Para continuar atendiendo los intereses después del congreso
campestre, se necesitan personas que ayuden en varios frentes. Estas
ocasiones debieran ser como escuelas de formación para obreros.
Permitid a los jóvenes trabajar con obreros experimentados que
orarán con ellos y los instruirán pacientemente. Mujeres consagra-
das debieran desempeñarse como obreras bíblicas de casa en casa.
Algunos de los obreros deberían actuar como colportores que ven-
dan nuestras publicaciones, obien que las regalen juiciosamente a
quienes no pueden comprarlas.
Permitid a algunos de los obreros que asistan a asambleas reli-
giosas en otras iglesias y, si hay oportunidad que participen en ellas.
Cuando Jesús tenía doce años, fue a la escuela de los sacerdotes y
rabinos en el templo, donde hizo numerosas preguntas. En aquella
escuela del templo se impartían estudios bíblicos. Jesús, formuló
preguntas como estudiante, sin embargo, esas preguntgas generaron
nuevos temas para que los eruditos sacerdotes pensaran. Una obra
similar debe hacerse hoy. Jóvenes juiciosos debieran ser instados a
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asistir a las reuniones de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YM-
CA), no por amor al debate, sino para investigar las Escrituras con
ellos y sugerir ideas que podrían resultarles útiles.
Si en estos distintos frentes se hubiera realizado una obra seria
y vigorosa después de nuestros congresos campestres, un número