Página 80 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

Basic HTML Version

76
Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
Tenemos una obra que hacer en favor de los ministros de las otras
iglesias. Dios quiere que se salven. Ellos, como nosotros, pueden
obtener la inmortalidad únicamente por la fe y la obediencia. Debe-
mos trabajar por ellos con fervor para que la obtengan. Dios quiere
que tengan una parte en su obra especial para este tiempo. Quiere
que estén entre aquellos que han deben dar a sus hijos alimento a su
tiempo. ¿Por qué no se habrían de integrarse a esta obra?
Nuestros ministros deben procurar acercarse a los ministros
de otras denominaciones. Oren por ellos y con ellos, pues Cristo
intercede en su favor. Tienen una solemne responsabilidad. Como
mensajeros de Cristo, deben manifestar profundo y ferviente interés
en estos pastores del rebaño.
La invitación que se ha de dar en las “salidas de los caminos”
(
Mateo 22:9
), debe proclamarse a todos los que tienen una parte
activa en la obra mundial, a los maestros y dirigentes del pueblo. Los
que llevan pesadas responsabilidades en la vida pública, los médicos
y maestros, los abogados y los jueces, los funcionarios públicos y los
hombres de negocios, deben oír el mensaje claro y distinto. “Porque
¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su
alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
Marcos
8:36, 37
.
Hablamos y escribimos mucho acerca de los pobres a quienes
se descuida. ¿No debiéramos llamar también la atención a los ricos
[85]
a quienes se descuida? Muchos consideran a esta clase como sin
esperanza, y poco hacen para abrir los ojos de aquellos que, ence-
guecidos y deslumbrados por el poder de Satanás, ya no tienen la
eternidad en cuenta. Miles de ricos han bajado a la tumba sin ser
amonestados, porque se los juzgó por su apariencia y se los pasó por
alto por considerrarlosándolos como casos sin esperanza. Pero, por
indiferentes que parezcan, se me ha mostrado que muchos miembros
de esta clase social experimentan preocupaciones íntimas. Hay miles
de ricos que sienten hambre de alimento espiritual. Muchos de los
que ocupan cargos oficiales sienten su necesidad de algo que no
poseen. Pocos de ellos van a la iglesia; porque no les parece que
reciben ningún beneficio. La enseñanza que oyen no conmueve el
alma. ¿No haremos un esfuerzo personal en su favor?
Algunos preguntarán: ¿No podemos alcanzarlos con las publi-
caciones? Son muchos los no se pueden alcanzar de esta manera.