Después del congreso campestre
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Lo que necesitan es un esfuerzo personal. ¿Habrán de perecer sin
advertencia especial? No era así en los tiempos antiguos. Los siervos
de Dios eran enviados a decir a los que ocupaban cargos elevados
que podían hallar paz y descanso solamente en el Señor Jesucristo.
La Majestad del cielo vino a nuestro mundo para salvar a la
humanidad perdida y caída. Sus esfuerzos incluían no solamente
a los parias, sino también a los que ocupaban puestos de honor.
Él trabajó inteligentemente para obtener acceso a las personas de
las clases superiores que no conocían a Dios y no guardaban sus
mandamientos.
La misma obra se continuó después de la ascensión de Cristo.
Mi corazón se enternece mucho al leer el interés manifestado por
el Señor en Cornelio. Este era un hombre de elevada posición, un
oficial del ejército romano, alguien que seguía estrictamente toda
la luz que había recibido. El Señor le envió un mensaje especial
del cielo a Pedro pidiéndole que lo visitara y compartiera la luz.
Pensar en la compasión y el tierno amor de Dios hacia aquellos que
andan en busca de luz y oran por ella, debiera proporcionar un gran
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estímulo a los dirigentees de nuestra obra.
Muchos me han sido presentados como Cornelio; es decir, hom-
bres a quienes Dios desea relacionar con su iglesia. Sus simpatías
acompañan al pueblo que observa los mandamientos del Señor. Pero
son retenidos firmemente por los vínculos que los atan al mundo.
No tienen el valor moral para unirse con los humildes. Debemos
hacer esfuerzos especiales por estas almas, pues en vista de sus
responsabilidades y tentaciones requieren un trabajo especial.
Por la luz que se me ha dado sé que un claro “Así dice Jehová”
debe dirigirse ahora a los hombres que tienen influencia y autori-
dad en el mundo. Son administradores a quienes Dios ha confiado
cometidos importantes. Si quieren aceptar su invitación, Dios los
empleará en su causa.
Hay hombres del mundo que tienen facultades de organización
concedidas por Dios; son facultades que se necesitan para llevar
adelante la obra para estos últimos días. Se necesitan hombres que
puedan asumir la administración de instituciones, hombres que pue-
dan actuar como dirigentes y educadores en nuestras asociaciones.
Dios llama a hombres y mujeres que puedan mirar hacia delante y
discernir la obra que debe hacerse, que puedan servir como fieles