Página 95 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 6 (2004)

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Los bautismos
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nuevos conversos. ¿Son vanidosos en el atavío? ¿Albergan orgullo
en su corazón? La idolatría del atavío es una enfermedad moral. No
debe ser introducida en la nueva vida. En la mayoría de los casos,
la sumisión a los requerimientos del Evangelio exigirá un cambio
decidido en la manera de vestir.
No debe haber negligencia al respecto. Por amor a Cristo, cuyos
testigos somos, debemos tratar de sacar el mejor partido de nuestra
experiencia. En el servicio del tabernáculo, Dios explicó todo detalle
concerniente a las vestiduras de los que ministraban delante de
él. Esto nos enseña que él tiene una preferencia con respecto a
la indumentaria de los que le sirven. Fueron muy específicas las
instrucciones dadas acerca de las vestiduras de Aarón, porque eran
simbólicas. Así la indumentaria de los que siguen a Cristo, debe
ser simbólica. En todas las cosas, hemos de ser representantes de
él. Nuestra apariencia en todo respecto debe caracterizarse por el
aseo, la modestia y la pureza. Pero la Palabra de Dios no aprueba
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los cambios en el atavío, efectuados solamente para seguir la moda,
a fin de conformarse al mundo. Los cristianos no han de adornar su
persona con atavíos costosos o adornos caros.
La instrucción de la Escritura acerca de la indumentaria debe
ser considerada cuidadosamente. Necesitamos comprender lo que
el Señor del cielo aprecia, aun en lo referente al modo de vestir el
cuerpo. Todos los que busquen sinceramente la gracia de Cristo,
escucharán las preciosas palabras de instrucción inspiradas por Dios.
Aun el modo de ataviarnos expresará la verdad del Evangelio.
Todos los que estudian la vida de Cristo y practican sus ense-
ñanzas, llegarán a ser como él. Su influencia será como la de él.
Revelarán corrección de carácter. Mientras andan en la humilde
senda de la obediencia, haciendo la voluntad de Dios, ejercen una
influencia que se hace sentir en favor del progreso de la causa del
Señor y de la sana pureza de su obra. En estas almas cabalmente
convertidas, el mundo debe ver un testimonio del poder santificador
de la verdad sobre el carácter humano.
El conocimiento de Dios y de Jesucristo, expresado en el carácter,
los exalta sobre todo lo que se estime en la tierra o en el cielo. Es la
educación más elevada que existe. Es la llave que abre los portales
de la ciudad celestial. Dios desea que todos los que se visten de
Cristo por el bautismo posean este conocimiento. Y los siervos de