Página 61 - El Camino a Cristo (1993)

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El gozo de la colaboración
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quien, “por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
Y sólo mientras
cumplimos así el designio que Dios tenía al crearnos puede la vida
ser una bendición para nosotros.
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Si trabajáis como Cristo quiere que sus discípulos trabajen y
ganen almas para El, sentiréis la necesidad de una experiencia más
profunda y de un conocimiento más amplio de las cosas divinas, y
tendréis hambre y sed de justicia. Intercederéis con Dios y vuestra
fe se robustecerá; vuestra alma beberá en abundancia de la fuente
de salvación. El encontrar oposición y pruebas os llevará a leer la
Escritura y a orar. Creceréis en la gracia y en el conocimiento de
Cristo y adquiriréis una rica experiencia.
El trabajo desinteresado por otros da al carácter profundidad,
firmeza y una amabilidad como la de Cristo; trae paz y felicidad
al que posea tal carácter. Las aspiraciones se elevan. No hay lugar
para la pereza ni el egoísmo. Los que de esta manera ejerciten las
gracias cristianas crecerán y se harán fuertes para trabajar por Dios.
Tendrán claras percepciones espirituales, una fe firme y creciente y
aumentará su poder en la oración. El Espíritu de Dios, que mueve
el espíritu de ellos, pone en juego las sagradas armonías del alma,
en respuesta al toque divino. Los que así se consagran a un esfuerzo
desinteresado por el bien ajeno están obrando ciertamente su propia
salvación.
El único modo de crecer en la gracia consiste en hacer desin-
teresadamente la obra que Cristo nos ordenó hacer: dedicarnos, en
la medida de nuestra capacidad, a auxiliar y beneficiar a los que
necesitan la ayuda que podemos darles. La fuerza se desarrolla con
el ejercicio; la actividad es la condición misma de la vida. Los que
se esfuerzan por mantener su vida cristiana aceptando pasivamente
las bendiciones comunicadas por los medios de gracia, sin hacer
nada por Cristo, procuran simplemente vivir comiendo sin trabajar.
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Pero el resultado de esto, tanto en el mundo espiritual como en el
temporal, es siempre degeneración y decadencia. El hombre que
rehusara ejercitar sus miembros no tardaría en perder la facultad de
usarlos. Asimismo, el cristiano que no ejercite las facultades que
Dios le dió, no sólo dejará de crecer en Cristo sino que perderá la
fuerza que tenía.