Bajo la disciplina de Cristo
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tienen por las cualidades desarrolladas en sus hijos, y al tratar con
ellos no han manifestado ternura y sabiduría, a pesar de que los
han hecho lo que son. No han sabido rastrear hasta su causa los
incidentes desalentadores que los prueban. Pero Jesús considera a
estos niños con compasión y amor. Los comprende; porque él razona
de la causa al efecto.
Las palabras agudas y la continua censura aturden al niño, pero
no lo reforman. No pronunciéis la palabra mezquina; mantened
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vuestro propio ánimo bajo la censura de Cristo. Entonces aprenderéis
a compadeceros de los que son puestos bajo vuestra influencia y
a simpatizar con ellos. No manifestéis impaciencia ni dureza. Si
esos niños no necesitaran educación, no estarían en la escuela. Se
les ha de ayudar paciente y bondadosamente a subir la escalera
del progreso, ascendiendo paso tras paso hacia la obtención del
conocimiento. Situaos del lado de Jesús. Poseyendo sus atributos,
tendréis agudas y tiernas sensibilidades, y haréis vuestra la causa de
los que yerran.
La vida religiosa de gran número de maestros que profesan el
cristianismo es tal, que demuestra que no son cristianos. Están cons-
tantemente representando falsamente a Cristo. Tienen una religión
sujeta a las circunstancias y controlada por ellas. Si todo va en el
sentido que les agrade, si no hay circunstancias irritantes que hacen
resaltar su naturaleza no subyugada ni cristiana, son condescen-
dientes, placenteros y muy atrayentes. Pero la verdad no ha de ser
practicada solamente cuando nos sentimos inclinados a ello, sino
en todo momento y lugar. El Señor no quiere ser servido por los
impulsos apresurados del hombre, por sus caprichosas realizaciones.
Si cuando ocurren en la familia o en el trato con otros, cosas que
turban la paz y provocan el genio, los maestros quieren presentarlo
todo a Dios, pidiendo su gracia antes de dedicarse a sus trabajos
diarios; si quieren conocer por sí mismos que el amor, el poder y
la gracia de Dios están en su propio corazón, los ángeles de Dios
entrarán con ellos en el aula.
Significa mucho poner a los niños bajo la directa influencia del
Espíritu de Dios, instruirlos y disciplinarlos, criarlos en la educación
y admonición del Señor. La formación de los buenos hábitos, la
inculcación de un espíritu correcto, exigirán esfuerzos fervientes en
el nombre y fuerza de Jesús.