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Consejos para los Maestros
Que “todo sumo sacerdote... se muestre paciente con los ignoran-
tes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad”
[188]
(
Hebreos 5:1, 2
), es una verdad que puede ejemplificarse en el sen-
tido más alto delante de los niños. Ténganlo presente los maestros
cuando son tentados a ser impacientes y airados con ellos debido
a su mala conducta. Recuerden que los ángeles de Dios los están
mirando tristemente. Si los niños yerran y se portan mal, es tanto
más esencial que los que los presiden puedan enseñarles a actuar
por precepto y ejemplo.
En ningún caso han de perder los maestros el dominio propio,
manifestar impaciencia y dureza, y falta de simpatía y amor. Los que
son naturalmente nerviosos, que fácilmente se sienten provocados
a ira, y que han practicado la costumbre de criticar y pensar mal
de los demás, deben hallar alguna otra clase de trabajo, para que
sus desagradables rasgos de carácter no se reproduzcan en los niños
y jóvenes. En lugar de ser aptos para enseñar a los niños, los tales
maestros necesitan que alguien les enseñe las lecciones de Jesucristo.
Si el maestro tiene el amor de Cristo en el corazón como dul-
ce fragancia, como sabor de vida para vida, podrá ligar a sí a los
niños que están bajo su cuidado. Por la gracia de Cristo puede ser
instrumento en las manos de Dios para iluminar, elevar, estimular
y ayudar a purificar el templo del alma de su contaminación, hasta
que el carácter se transforme por la gracia de Cristo, y la imagen de
Dios se revele en el alma.
Dijo Cristo: “Me santifico a mí mismo, para que también ellos
sean santificados”.
Juan 17:19
. Esta es la obra que incumbe a todo
maestro cristiano. Con relación a ella, no debe haber trabajo hecho
al azar; porque la educación de los niños requiere muchísimo de la
gracia de Cristo, y que se subyugue el yo. El cielo ve en el niño al
hombre o la mujer sin desarrollar todavía, con sus capacidades y
facultades que, si se guían y desenvuelven correctamente, harán de
él o de ella un ser con el cual podrán cooperar los agentes divinos,
un colaborador con Dios.
[189]
Una lección objetiva
La parábola del buen pastor representa la responsabilidad de todo
ministro y de todo cristiano que ha aceptado un puesto como maestro