Página 202 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
vuestra voz a Aquel que os la dio, y podáis comprender la necesi-
dad de cultivarla para que podáis edificar a la iglesia mediante lo
que digáis. Si habéis adquirido el hábito de hablar en voz baja e
indistinta, debéis considerarlo como un defecto, y hacer esfuerzos
fervientes para vencerlo, a fin de que podáis honrar a Dios y edificar
a sus hijos.
En las reuniones de devoción, nuestras voces deben expresar
por la oración y alabanza nuestra adoración al Padre celestial, a fin
de que todos puedan saber que adoramos a Dios con sencillez y
verdad, y en la belleza de la santidad. Precioso es, en verdad, en este
mundo de pecado e ignorancia, el don del habla, la melodía de la
voz humana, cuando se dedica a alabar a Aquel que nos amó y se
dio por nosotros.
Consagración de la voz
Se ha abusado grandemente del don del habla y se lo ha desvia-
do ampliamente de su propósito al cual estaba destinado; así que
despiértense los que se llaman hijos del Rey celestial, comprendan
su responsabilidad y saquen el mejor partido de este talento. Nadie
diga: “Es inútil que procure orar; porque los demás no me oyen”.
Digan más bien: “Haré un esfuerzo ferviente para vencer este hábito
de hablar en voz baja e indistinta, que es deshonroso para Dios. Me
someteré a disciplina hasta que mi voz sea audible aun para los que
escuchan con dificultad”.
Edúquense las voces de los que siguen a Cristo de tal manera que,
en vez de apretujar las palabras unas sobre otras en forma indistinta,
su elocución sea clara, enérgica y edificante. No dejéis caer la voz
después de cada palabra, sino mantenedla a fin de que cada frase sea
llena y completa. ¿No valdrá la pena disciplinaros, y aumentar así
el interés por el servicio de Dios y edificar a sus hijos? La voz de
agradecimiento, alabanza y regocijo se oye en el cielo. Las voces
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de los ángeles en los cielos se unen con las voces de los hijos de
Dios en la tierra, mientras dan honra, gloria y alabanza a Dios y al
Cordero por la gran salvación provista.
Procure cada uno hacer lo mejor posible. Crezcan diariamen-
te en gracia y eficiencia los que se han alistado bajo el estandarte
del Príncipe Emanuel. Esfuércense los maestros de nuestras ins-