Página 205 - Consejos para los Maestros (1971)

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Una consagracion más profunda
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eludir la parte que concierne a llevar la cruz, pero el Señor habla a
todos cuando dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.
Mateo 16:24
.
Debe realizarse una gran obra en la presentación de las verdades
salvadoras de la Biblia. Este es el medio ordenado por Dios para
detener la marea de la corrupción moral en la tierra. Cristo dio
su vida para hacer posible que el hombre fuese restaurado a la
imagen de Dios. Es el poder de su gracia el que une a los hombres
en obediencia a la verdad. Los que quieran experimentar más de
la santificación de la verdad en su propia alma, deben presentar
esta verdad a los que la ignoran. Nunca encontrarán una obra más
elevadora y ennoblecedora.
El maestro como evangelista
La obra de educar a nuestros jóvenes según nos ha sido bos-
quejada en la instrucción dada por Dios, debe mantenerse en forma
sagrada. Debemos escoger como maestros a los que educarán en
forma correcta. Dijo mi Instructor: “No se elija como maestros para
educar y preparar a los jóvenes a los que no quieran conservar la
sencillez de los métodos de Cristo. Sus enseñanzas divinas contienen
la misma esencia de la simplicidad santificada”.
Los que presentan a los estudiantes las materias en una luz
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incierta, no son idóneos para la obra de la enseñanza. Nadie está
calificado para este trabajo, a menos que aprenda diariamente a
hablar las palabras del Maestro enviado de Dios. Ahora es el tiempo
de sembrar la semilla del Evangelio. La semilla que sembramos
debe ser la que produzca el fruto más selecto. No tenemos tiempo
que perder. La obra de nuestras escuelas ha de volverse cada vez
más semejante en su carácter a la obra de Cristo. Únicamente el
poder de la gracia de Dios obrando sobre los corazones y las mentes
humanas, hará limpia la atmósfera de nuestras escuelas e iglesias y
la mantendrá así.
Hubo en nuestras escuelas maestros que podrían haber actuado
bien en una institución de saber mundano, pero que no eran idóneos
para enseñar a nuestros jóvenes porque ignoraban las verdades del
Evangelio de Cristo. Eran incapaces de poner en sus labores la sen-
cillez de Cristo. Debiera ser obra de cada maestro dar preeminencia