Página 219 - Consejos para los Maestros (1971)

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La disciplina cristiana
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debe colocarse bajo la disciplina. Los que se niegan a obedecer los
reglamentos, deben volver a sus casas.
Los maestros han de ligar los alumnos a su corazón por las
cuerdas del amor, la bondad y la estricta disciplina. De nada valen
el amor y la bondad si no van unidos a la disciplina que Dios ha
dicho debe mantenerse. Los estudiantes vienen a la escuela con el
objeto de ser disciplinados para servir y adiestrarse para sacar el
mejor partido de sus facultades. Si al llegar, resuelven cooperar con
sus maestros, su estudio valdrá más para ellos que si se entregan
a la inclinación de ser rebeldes y desobedientes. Concedan ellos a
sus maestros su simpatía y cooperación. Echen mano firmemente
del brazo del poder divino, resolviendo no apartarse de la senda
del deber. Sepan enjaezar los malos hábitos, y ejercer su influencia
del lado correcto. Recuerden que el éxito de la escuela depende de
su consagración y santificación, de la santa influencia que sienten
que deben ejercer. Fíjense un blanco alto, y resuelvan alcanzarlo.
Cuando se les pida que obren en forma contraria a los reglamentos
de la escuela, contesten con un decidido no.
La parte del maestro
Y cada maestro tiene que vigilar sus propios malos rasgos de
carácter, no sea que el enemigo lo use como agente para destruir las
almas. La seguridad del maestro reside en aprender diariamente en
la escuela de Cristo. El que aprende en esta escuela se ocultará en
Jesús, y recordará que mientras trata con sus alumnos, está tratando
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con una heredad adquirida por sangre. En esta escuela, aprenderá
a ser paciente, humilde, generoso y noble. La mano moldeadora de
Dios hará resaltar en el carácter la imagen divina.
Síganse los métodos de Cristo al tratar con los que yerran. Las
acciones imprudentes, la manifestación de severidad indebida de
parte del maestro, puede arrojar a un estudiante sobre el terreno de
batalla de Satanás. Se ha dado el caso en que los pródigos han sido
impedidos de entrar en el reino de Dios por la falta de cristianismo
de los que se decían cristianos. “Cualquiera que haga tropezar a
alguno de estos pequeños que creen en mí—dijo Cristo—, mejor le
fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y
que se le hundiese en lo profundo del mar”.
Mateo 18:6
. Sería mejor