Página 236 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
La maldición de la inacción
En muchos casos, los padres ricos no sienten la importancia de
dar a sus hijos educación en los deberes prácticos de la vida, tanto
como en las ciencias. No ven cuán necesario es, para bien de la
mente y la moral de sus hijos y para su utilidad futura, darles una
comprensión cabal del trabajo útil. Es una deuda que tienen para con
ellos, a fin de que, si la desgracia les toca, puedan mantenerse en
noble independencia, sabiendo usar sus manos. Si tienen un capital
de fuerza, no pueden ser pobres, aun cuando no tengan un peso.
Muchos de los que en su juventud se hallan en la opulencia,
pueden verse privados de todas sus riquezas, y quedar con padres,
hermanos y hermanas que dependan de ellos para su sustento. ¡Cuán
importante es entonces, que a todo joven se le enseñe a trabajar, para
que esté preparado para cualquier emergencia! Las riquezas son en
verdad una maldición cuando sus poseedores permiten que sean un
obstáculo para que sus hijos e hijas obtengan el conocimiento del
trabajo útil, que los habilitaría para una vida práctica...
La pobreza, en muchos casos, es una bendición; porque previene
a jóvenes y niños de la ruina por la inacción. Las cualidades físicas
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tanto como las mentales, deben desarrollarse debidamente. El primer
y constante cuidado de los padres debe ser el procurar que sus hijos
tengan una constitución robusta y sean hombres y mujeres sanos.
Es imposible alcanzar este objeto sin ejercicio físico. Para su propia
salud física y su bien moral, a los niños debe enseñárseles a trabajar,
aun cuando no lo necesiten pecuniariamente. Para que tengan un
carácter puro y virtuoso, deben recibir la disciplina del trabajo bien
regulado, que pondrá en ejercicio todos sus músculos. La satisfac-
ción que los niños tienen en ser útiles, y en sacrificarse para ayudar
a otros, será el placer más saludable que puedan disfrutar...
Padres, la inacción es la mayor maldición que jamás haya caído
sobre la juventud. No debéis permitir a vuestras hijas que se queden
en cama hasta tarde por la mañana, durmiendo durante las preciosas
horas que Dios les ha prestado para que las usen con el mejor
propósito, y de las cuales tendrán que darle cuenta. Ocasiona gran
perjuicio a sus hijas la madre que lleva la carga que, para su bien
presente y futuro, ellas debieran ayudar a sobrellevar...