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Consejos para los Maestros
principios que no se dejarían torcer por las malas influencias, por
populares que fuesen.
Debería haber habido maestros expertos para dar lecciones a las
señoritas en el departamento culinario. Debiera haberse enseñado a
las jóvenes a cortar, hacer y remendar ropa, a fin de educarse para los
deberes prácticos de la vida. Para los jóvenes, debiera haber habido
establecimientos donde pudieran ellos aprender diversos oficios,
que pusiesen en ejercicio sus músculos tanto como sus facultades
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mentales.
Si los jóvenes pueden obtener tan sólo una educación unilateral,
¿qué será de mayor consecuencia: un conocimiento de las ciencias,
con todas las desventajas que significan para la salud y la vida; o
un conocimiento del trabajo para la vida práctica? Contestamos sin
vacilar: lo último. Si uno de los dos debe descuidarse, sea el estudio
de los libros.
La educación de las niñas
Son muchas las jóvenes casadas, que tienen familias, pero poseen
poco conocimiento práctico de los deberes que incumben a una
esposa y madre. Pueden leer y tocar un instrumento de música; pero
no saben cocinar. No saben hacer buen pan, que es muy esencial para
la salud de la familia. No saben cortar ni hacer ropas, porque nunca
lo han aprendido. Consideran estas cosas como no esenciales, y en
su vida matrimonial, dependen tanto de otras personas para hacer
estas cosas como sus propios hijitos. Es esta ignorancia inexcusable
de los deberes más primordiales de la vida lo que hace a tantas
familias desgraciadas...
Distribución equitativa del trabajo
La mente de los pensadores trabaja demasiado arduamente. Con
frecuencia usan pródigamente sus facultades mentales; mientras que
hay otra clase cuyo blanco más elevado en la vida es el trabajo físico.
Esta última clase no ejercita la mente. Ejercitan sus músculos, pero
privan a su cerebro de fuerza intelectual, mientras que la mente de
los hombres pensadores se recarga al paso que su cuerpo queda
privado de fuerza y vigor por su negligencia en cuanto a ejercitar