Página 246 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
calor del aula según sus propias sensaciones. Su propio bien y el de
los alumnos exigen que se mantenga una temperatura uniforme.
La recompensa de la obediencia
El cerebro es la ciudadela del ser. Los malos hábitos físicos
afectan el cerebro, e impiden que se alcance aquello que se desea:
una buena disciplina mental. A menos que los jóvenes estén versa-
dos en la ciencia de cuidar del cuerpo tanto como de la mente, no
tendrán éxito como alumnos. El estudio no es la causa principal del
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quebrantamiento de las facultades mentales. La causa principal es la
alimentación impropia, las comidas irregulares, la falta de ejercicio
físico y otras violaciones negligentes de las leyes de la salud. Cuan-
do hagamos todo cuanto podamos para conservar la salud, entonces
podremos pedir con fe a Dios que bendiga nuestros esfuerzos.
Antes de que los alumnos hablen de sus progresos en la así lla-
mada “educación superior”, aprendan a comer y beber para gloria
de Dios, y a ejercitar el cerebro, los huesos y los músculos de tal
manera que los haga aptos para el servicio más elevado. Un alumno
puede dedicar todas sus facultades a adquirir conocimientos, pero
mientras desobedezca las leyes que gobiernan su ser, debilitará su
eficiencia. Albergando malos hábitos, pierde el poder de apreciarse
a sí mismo y pierde el dominio propio. No puede razonar correcta-
mente en cuanto a asuntos que le conciernen más profundamente; se
vuelve temerario e irracional en su trato de la mente y del cuerpo.
La obligación que tenemos de mantener el cuerpo con salud, es
una responsabilidad individual. El Señor requiere de cada uno que
obre su propia salvación día tras día. Nos invita a razonar de causa
a efecto, para recordar que somos su propiedad, y a unirnos con él
para mantener el cuerpo puro y sano, y todo el ser santificado para
él.
Debe enseñarse a los jóvenes que no tienen libertad para hacer lo
que quieren con su vida. Dios no tendrá por inocentes a los que tratan
livianamente sus preciosos dones. Los hombres deben comprender
que cuanto mayor sea su dotación de fuerza, talento, recursos u
oportunidades, tanto más pesadamente debe descansar sobre ellos
la carga de la obra de Dios, y tanto más deben hacer por él. Los
jóvenes a quienes se enseñó a creer que la vida es un cometido