Página 249 - Consejos para los Maestros (1971)

Basic HTML Version

Algunos principios de la indumentaria sana
245
Nuestra ropa debe ser limpia. El desaseo en el vestir es contrario
a la salud, y por lo tanto perjudicial para el cuerpo y el alma. “¿No
sabéis que sois templo de Dios...? Si alguno destruyere el templo de
Dios, Dios le destruirá a él”.
1 Corintios 3:16, 17
.
En todos los respectos debemos vestir conforme a la higiene.
“Más que todas las cosas”, Dios quiere que tengamos salud, salud
del cuerpo y del alma. Debemos colaborar con Dios para asegu-
rar la salud del alma y del cuerpo. Ambas son promovidas por la
indumentaria saludable.
La ropa debe tener la donosura, la belleza y las cualidades propias
de la sencillez natural. Cristo nos ha prevenido contra el orgullo de
la vida, pero no contra su gracia y su belleza natural. Nos llama
la atención a las flores del campo, a los lirios de tan significativa
pureza, y dice: “Ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así
como uno de ellos”.
Mateo 6:29
. Así, por medio de las cosas de la
naturaleza, Cristo nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia,
la gracia modesta, la sencillez, la pureza, la propiedad, que harán
nuestro atavío agradable a Dios. El vestido más hermoso es el que
nos manda que pongamos a nuestra alma. No hay adorno exterior
que pueda compararse en valor y en belleza con el “espíritu afable y
apacible” que en su opinión es de “grande estima”.
1 Pedro 3:4
.
Efectos físicos de la indumentaria
Fue el enemigo de todo lo bueno el que instigó al invento de las
modas siempre cambiantes. No desea otra cosa que causar perjuicio
[289]
y deshonra a Dios, labrando la ruina y la miseria de los seres huma-
nos. Uno de los medios por los cuales logra esto más eficazmente
son los ardides de la moda, que debilitan el cuerpo y la mente y
empequeñecen el alma.
Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias
empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de con-
servar su salud para las contingencias que seguramente han de venir,
sacrifican demasiado a menudo con sus malos hábitos no sólo su
salud, sino su vida, dejando a sus hijos una herencia de infortunio, en
una constitución arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca
de la vida.