Lo falso y lo verdadero en la educación
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sino como medios para realizar la salvación de los hombres. Vino a
buscar y salvar lo que se había perdido y nada le hubiera distraído
de su propósito. Ni lo hubiera consentido tampoco.
Cristo impartió únicamente el conocimiento que podía ser apro-
vechado. Su instrucción al pueblo se limitaba a las necesidades de
la condición de éste en la vida práctica. No satisfacía la curiosidad
que llevaba a la gente al Salvador con cuestiones no fundamentales.
Se valía de todas ellas para dirigir llamamientos solemnes, serios y
vitales. A los que tenían ardientes deseos de coger frutas del árbol de
la ciencia, les ofrecía el fruto del árbol de la vida. Todos los caminos
les eran cerrados menos el que lleva a Dios. Toda fuente les era
cegada, menos la de la vida eterna.
Nuestro Salvador no alentaba a nadie a asistir a las escuelas rabí-
nicas de aquel tiempo, porque allí sus espíritus serían corrompidos
con la muletilla aquélla de: “Dicen”, o “Se ha dicho”. Y efectiva-
mente, ¿por qué aceptaríamos como suprema sabiduría las palabras
inciertas de los hombres, cuando disponemos de una sabiduría más
grande e infalible?
Lo que yo he visto de las cosas eternas y de la debilidad humana
me ha impresionado hondamente y ha influido en el trabajo de mi
vida. No veo nada en que el hombre pueda ser alabado ni glorificado.
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No veo motivo de confianza ni de alabanza en las opiniones de los
hombres de saber mundano y de los así llamados grandes. ¿Cómo
pueden los que están destituidos de la iluminación divina formarse
exacta idea de los planes y caminos de Dios? O niegan a Dios e
ignoran su existencia, o circunscriben su poder limitándolo a sus
propios conceptos finitos.
Conocimiento que puede ser aprovechado
Prefiramos ser enseñados por Aquel que creó los cielos y la tierra,
por Aquel que dispuso las estrellas en su orden en el firmamento, y
que señaló al sol y a la luna su obra respectiva.
Es bueno que la juventud se dé cuenta de que debe alcanzar
el más alto desarrollo de sus facultades intelectuales. No está en
nuestro ánimo el poner límites a la educación que Dios ha hecho
ilimitada. Pero lo que logramos de nada nos sirve si no lo aplicamos
para honra de Dios y beneficio de la humanidad.