Página 334 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
cerca del Príncipe de los pastores. Llegó a unirse y absorberse en
el Santo de Israel. Creía en el Dios grande. Se mantenía en comu-
nión con el Padre por la oración humilde. Miraba al Altísimo para
obtener una educación en las cosas espirituales y el conocimiento
de su deber como fiel pastor. Su vida vino a estar tan estrechamente
vinculada con el cielo que Dios conversaba con él cara a cara, “como
habla cualquiera a su compañero”.
Éxodo 33:11
.
Educado así, Moisés estuvo preparado para escuchar el llama-
miento de Dios a cambiar el cayado de pastor por la vara de auto-
ridad; a dejar su rebaño de ovejas para asumir la dirección de un
pueblo idólatra y rebelde. Pero debía continuar dependiendo del
Caudillo invisible. Como la vara era un instrumento dócil en su
mano, así él también había de serlo en la de Cristo. Había de ser el
pastor del pueblo de Dios; y por su fe firme y su confianza perma-
nente en el Señor, muchas bendiciones iban a llegar a los hijos de
Israel...
Fue la fe implícita en Dios la que hizo de Moisés lo que fue.
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Obraba de acuerdo con todo lo que el Señor le ordenaba. Todo el
saber de los sabios no podía hacer de Moisés un medio por el cual
el Señor pudiera obrar, a menos que perdiese su confianza propia,
comprendiese su propia impotencia y pusiese su confianza en Dios;
y a menos que estuviese dispuesto a obedecer las órdenes de Dios,
parecieran o no correctas a su razón humana...
No fueron las enseñanzas de las escuelas de Egipto lo que habi-
litó a Moisés para triunfar sobre sus enemigos, sino su fe constante
e inquebrantable, una fe que no vacilaba bajo las circunstancias más
penosas. A la orden de Dios, Moisés avanzaba, aunque aparente-
mente no había nada sobre qué asentar los pies. Más de un millón de
personas dependían de él, y las condujo hacia adelante paso a paso,
día tras día. Dios permitió estas peregrinaciones solitarias por el
desierto para que sus hijos pudiesen obtener experiencia en soportar
las penurias, para que cuando estuvieran en peligro supieran que sólo
en Dios hay alivio y liberación. Así podrían aprender a conocerlo y
confiar en él, y servirle con fe viva.