Página 335 - Consejos para los Maestros (1971)

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Una rápida preparacion para el trabajo
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La lección más importante
Dios no depende de los hombres de educación perfecta. Su
obra no se detiene mientras adquieren una preparación tan larga y
elaborada como la que algunas de nuestras escuelas se proponen dar.
Se requieren hombres que aprecien el privilegio de ser colaboradores
con él, hombres que le honren prestando implícita obediencia a sus
requerimientos, sin tener en cuenta las teorías que les han sido
inculcadas previamente. No tiene límite la utilidad de los que ponen
el yo a un lado, que permiten obrar al Espíritu Santo sobre su corazón,
y viven una vida completamente consagrada a Dios, recibiendo la
disciplina necesaria, impuesta por el Señor, sin quejarse ni desmayar
en el camino. Si no desfallecen bajo su reprensión ni endurecen su
corazón ni se vuelven tercos, el Señor enseñará tanto a los jóvenes
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como a los ancianos, hora tras hora, día tras día. Anhela revelar su
salvación a los hijos de los hombres y si su pueblo escogido quiere
eliminar los obstáculos, derramará las aguas de salvación en raudales
abundantes por intermedio de los conductos humanos.
Muchos de los que están buscando eficiencia para la exaltada
obra de Dios por el perfeccionamiento de su educación en las es-
cuelas de los hombres, hallarán que no han aprendido las lecciones
de más importancia. Al descuidar el someterse a sí mismos a las
impresiones del Espíritu Santo, y al no vivir en obediencia a todos
los requerimientos de Dios, se ha debilitado su eficiencia espiritual;
han perdido la capacidad que tenían de hacer con éxito su obra para
el Señor. Ausentándose de la escuela de Cristo, se han olvidado del
sonido de la voz del Maestro, y él no puede dirigir su conducta.
Los hombres pueden adquirir todo el conocimiento que el maes-
tro humano es capaz de impartir; pero Dios requiere de ellos una
sabiduría aún mayor. Como Moisés, deben aprender a ser mansos,
humildes de corazón, y a desconfiar del yo. Nuestro Salvador mismo,
cuando soportaba la prueba por la humanidad, reconoció que por
sí mismo no podía hacer nada. Nosotros también debemos apren-
der que no hay fuerza en la humanidad sola. El hombre llega a ser
eficiente, únicamente si participa de la naturaleza divina.