Página 361 - Consejos para los Maestros (1971)

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Por no estudiar la palabra de Dios
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estudio de las Escrituras. Es plan estudiado de Satanás absorber y
engolfar la mente de tal manera que el gran Libro guía de Dios no
sea considerado como el Libro de los libros, y que el pecador no sea
desviado de la senda de la transgresión a la de la obediencia.
¿Por qué nuestros jóvenes, aun los de edad madura, son tan
fácilmente inducidos a la tentación y al pecado? La razón está en
que no se estudia la Biblia ni se medita en ella como se debe. Si se
la estudiara diariamente, habría una rectitud interior, una fortaleza
de espíritu, que resistiría las tentaciones del enemigo. No se ve en la
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vida un esfuerzo firme, decidido para apartarse del mal, porque se
menosprecia la instrucción dada por Dios. No se hace el esfuerzo
debido para llenar la mente con pensamientos puros y santos, y
librarla de todo lo impuro y falso. No se elige la parte mejor, el
sentarse a los pies de Jesús, como lo hizo María, para aprender las
lecciones del divino Maestro.
Cuando hacemos de la Palabra de Dios nuestra consejera, cuando
escudriñamos las Escrituras en busca de luz, los ángeles celestiales
se acercan para impresionar la mente e iluminar el entendimiento, a
fin de que se pueda decir con verdad: “La exposición de tus palabras
alumbra; hace entender a los simples”.
Salmos 119:130
. No es
extraño que no haya mayor sentir del cielo entre los jóvenes que
profesan el cristianismo, cuando se presta tan poca atención a la
Palabra de Dios. No se escuchan los consejos divinos, ni se obedecen
sus amonestaciones. No se busca la gracia y la sabiduría celestial,
para que la vida se limpie de toda mancha de corrupción.
Por sendas prohibidas
Si la mente de los jóvenes estuviese encaminada correctamente,
su conversación se dedicaría a temas elevados. Cuando la mente es
pura y los pensamientos son ennoblecidos por la Palabra de Dios,
las palabras tienen ese mismo carácter, son como “manzana de oro
con figuras de plata”.
Proverbios 25:11
. Pero con la comprensión y
las prácticas actuales, con la baja norma con que se conforman los
cristianos, la conversación es trivial y sin provecho. Es terrenal, y
no llega a la norma de la clase más culta de los mundanos. Cuando
Cristo y el cielo sean el tema de la contemplación, la conversación
dará evidencia del hecho. El habla estará sazonada con gracia, y el