Página 382 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
El corazón de los ministros de Dios se conmueve por la desgracia
del mundo al contemplar los terribles resultados del pecado continuo
y se esfuerzan por trabajar como el Obrero Maestro y sus discípulos.
Vinculados con el Médico divino, han de salir con el poder de su
fuerza para enseñar y sanar. Comprenden que el Evangelio es el
único antídoto para el pecado, y que como testigos de Cristo han de
dar testimonio de su poder. Mientras dirigen a los afligidos hacia el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, su gracia trans-
formadora y su poder realizador de milagros inducen a muchos a
aceptar el mensaje de verdad. Su poder sanador, unido al mensaje
evangélico, imparte éxito en las emergencias. El Espíritu Santo obra
en los corazones, y la salvación de Dios se revela.
Pero la necesidad del mundo hoy no puede ser cumplida com-
pletamente por el ministerio de los siervos de Dios que han sido
llamados a predicar el Evangelio eterno a toda criatura. Aunque, has-
ta donde sea posible, es bueno que los obreros evangélicos aprendan
a ministrar las necesidades del cuerpo tanto como las del alma, si-
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guiendo así el ejemplo de Cristo, no pueden dedicar todo su tiempo y
fuerza a aliviar a los que necesitan ayuda. El Señor ha ordenado que
juntamente con los que predican la Palabra estén asociados sus obre-
ros misioneros médicos—médicos y enfermeras cristianos, que han
recibido adiestramiento especial en la curación de las enfermedades
y en la obra de ganar almas.
Los misioneros y los que trabajan en el ministerio evangélico
están ligados por vínculos indisolubles. Su obra ha de realizarse
con vigor y poder. Por sus esfuerzos combinados, el mundo ha de
estar preparado para la segunda venida de Cristo. Por sus labores
unidas, ha de nacer el Sol de justicia, con sanidad en sus alas, para
iluminar las regiones entenebrecidas de la tierra, donde la gente ha
estado viviendo durante mucho tiempo en densas tinieblas. Muchos
de los que están ahora sentados en sombra de pecado y de muerte,
al ver en los fieles siervos de Dios un reflejo de la Luz del mundo,
comprenderán que tienen una esperanza de salvación, y abrirán su
corazón para recibir los rayos sanadores, y llegarán a ser a su vez
portadores de luz para otros que están todavía en tinieblas.
Tan grandes son las necesidades del mundo, que no todos los
que son llamados a ser médicos evangelistas misioneros pueden
dedicar años a su preparación antes de iniciar sus trabajos reales en