Página 388 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
vuestra vida; cada día debéis aprender, y poner en uso práctico el
conocimiento adquirido.
A fin de que lleguéis a ser hombres y mujeres en quienes se
puede confiar, debéis desarrollar vuestros poderes, ejercitar toda fa-
cultad, aun en las cosas pequeñas; entonces adquiriréis mayor poder
para llevar mayores responsabilidades. La responsabilidad indivi-
dual es esencial. Al poner en práctica lo que estáis aprendiendo
durante vuestros días estudiantiles, no rehuyáis llevar vuestra parte
de responsabilidad, porque haya riesgos que correr, porque haya
cierta aventura que afrontar. No permitáis que los otros sean cere-
bros para vosotros. Debéis educar vuestras facultades para que sean
fuertes y vigorosas; los talentos que se os han confiado crecerán,
mientras ejerzáis una energía constante, uniforme e inquebrantable
en el desempeño de la responsabilidad individual. Dios quiere que
añadáis, día tras día, poco a poco, algo a vuestra reserva de ideas,
actuando como si los momentos fuesen joyas, que se han de juntar
cuidadosamente y atesorar discretamente. Adquiriréis así amplitud
de miras y fuerza intelectual.
Dios no requiere del hombre una cuenta más estricta que de la
manera como ocupó su tiempo. ¿Malgastó y abusó de sus horas?
Dios nos ha concedido la preciosa bendición de la vida, pero no para
que la desperdiciemos en la satisfacción egoísta. Nuestra obra es
demasiado solemne, demasiado corto el tiempo para servir a Dios y
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nuestros semejantes, para que lo dediquemos a buscar fama. ¡Oh, si
los hombres se detuviesen en sus aspiraciones donde Dios trazó los
límites, qué diferente servicio recibiría el Señor!
Son muchos los que tienen tanto apuro por alcanzar posiciones
distinguidas, que pasan por alto algunos de los peldaños de la esca-
lera, y al hacerlo, pierden la experiencia que deben tener para ser
obreros inteligentes. En su celo, el conocimiento de muchas cosas
les parece sin importancia. Pasan rápidamente por la superficie, y
no penetran hondamente en la mina de verdad, para adquirir por un
proceso lento y esmerado una experiencia que los habilitaría para ser
de ayuda especial a los demás. Queremos que nuestros estudiantes
de medicina sean hombres y mujeres muy cabales, que consideren
como su deber aprovechar todo talento a ellos confiado, a fin de que
puedan duplicar finalmente su capital.