Página 445 - Consejos para los Maestros (1971)

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Las sociedades literarias
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deletérea; pero Satanás, general astuto, obra para amoldar la socie-
dad de acuerdo con sus planes, y demasiado a menudo tiene éxito
con el tiempo. El gran adversario se acerca fácilmente a aquellos a
quienes ha controlado en lo pasado, y por su medio realiza sus pro-
pósitos. Se introducen variadas diversiones para hacer las reuniones
interesantes y atrayentes para los mundanos, y así los ejercicios de la
sociedad llamada literaria, degeneran con frecuencia en ejecuciones
teatrales desmoralizadoras y trivialidades sin sentido. Todas estas
cosas satisfacen la mente carnal que está en enemistad con Dios;
pero no fortalecen el intelecto ni afirman la moral.
El trato que los que temen a Dios tienen con los incrédulos en
estas sociedades, no hace santos de los pecadores. Cuando el pueblo
de Dios se une voluntariamente con los mundanos y los no consagra-
dos, dándoles la preeminencia, se ve desviado de él por la influencia
no santificada bajo la cual se ha colocado. Durante un tiempo breve
puede ser que no haya nada grave que objetar, pero las mentes que
no han estado bajo el control del Espíritu de Dios no aceptan fácil-
mente aquellas cosas que tienen sabor a verdad y justicia. Si antes
hubiesen tenido inclinación por las cosas espirituales, se habrían
colocado en las filas de Jesucristo. Las dos clases están controladas
por señores diferentes, y son opuestas en sus propósitos, esperanzas,
gustos y deseos. Los seguidores de Jesús hallan placer en los temas
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serios, sensatos y ennoblecedores, mientras que aquellos que no
aman las cosas sagradas no pueden disfrutar de estas reuniones, a
menos que lo superficial e irreal constituya un rasgo prominente de
los ejercicios. Poco a poco el elemento espiritual queda eliminado
por los irreligiosos, y el esfuerzo por armonizar los principios que
son antagónicos en su naturaleza resulta en fracaso decidido.
Se ha procurado idear un plan tendiente a establecer una socie-
dad literaria que beneficiase a todos los relacionados con ella, una
sociedad en la cual todos los miembros sintiesen una responsabilidad
moral de hacerla lo que debe ser, evitar los males que con frecuencia
hacen que estas asociaciones sean peligrosas para los principios
religiosos. Personas de discreción y buen juicio, que tengan una
relación viva con el cielo, que disciernan las malas tendencias, y sin
dejarse engañar por Satanás, avancen rectamente por la senda de la
integridad, manteniendo continuamente en alto la bandera de Cristo,
son las que se necesitan para controlar estas sociedades. Una in-