Página 64 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
y verdadero. Es el gran escrutador de los corazones y conoce el
carácter de todos.
El Espíritu Santo ha venido muchas veces a nuestras escuelas y
no ha sido reconocido, sino que ha sido tratado como extraño, tal
vez hasta como un intruso. Cada maestro debiera conocer y dar la
bienvenida a este huésped celestial. Si los maestros quieren abrir
su corazón para recibirlo, estarán preparados para cooperar con él
al trabajar por sus alumnos. Cuando se le dé libre curso, efectuará
transformaciones maravillosas. Obrará en cada corazón, corrigiendo
el egoísmo, amoldando y refinando el carácter, y sujetando hasta los
pensamientos en cautiverio a Cristo.
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El gran propósito del maestro debe ser perfeccionar el carácter
cristiano en sí mismo y en sus estudiantes. Maestros, estén vuestras
lámparas aderezadas y ardiendo, y no solamente serán luces para
vuestros alumnos, sino que harán penetrar rayos claros y distintos
en los hogares y el vecindario donde viven vuestros alumnos, y a lo
lejos, en las tinieblas morales del mundo.
Special Testimonies on
Education, 47-52
; escrito el 15 de mayo de 1896.
* * * * *
Nuestros hermanos dicen que de los ministros y padres llega la
súplica de que hay veintenas de jóvenes adventistas que necesitan
de las ventajas de nuestras escuelas preparatorias, pero no pueden
asistir a ellas a menos que se rebaje el costo de la enseñanza.
Los que piden que se cobre menos por la enseñanza, deben pesar
cuidadosamente los asuntos en todos sus aspectos. Si los estudiantes
no pueden por sí mismos disponer de recursos suficientes con que
pagar los gastos reales del trabajo fiel y esmerado que se haga por su
educación, ¿no sería mejor que les ayuden sus padres, sus amigos o
las iglesias a las cuales pertenecen, o hermanos benévolos y de gran
corazón de su asociación, antes que imponer una carga de deuda a
la escuela? Sería mucho mejor dejar que los muchos patrocinadores
de la institución compartan el gasto, en vez de que la escuela se
endeude.
Las iglesias de diferentes localidades deben sentir que descansa
sobre ellas la solemne responsabilidad de educar a los jóvenes y
preparar sus talentos para que se dediquen a la obra misionera.