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Consejos para los Maestros
La parte de los padres
Pero no debe exigirse que los maestros hagan la parte de los
padres. Muchos padres han manifestado una terrible negligencia en
su deber. Como Elí, no ejercen la debida restricción; y luego mandan
sus hijos indisciplinados al colegio, para recibir la preparación que
ellos debieran haberles dado en la casa.
Los maestros tienen una tarea que pocos aprecian. Si logran
reformar a estos jóvenes díscolos, reciben poco crédito. Si éstos
prefieren la sociedad de los dispuestos al mal, y van de mal en
peor, entonces se censura a los maestros y se acusa a la escuela.
En muchos casos la censura tocaría en justicia a los padres. Ellos
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tuvieron la primera y más favorable oportunidad de controlar y
educar a sus hijos, cuando su espíritu era susceptible de enseñanza, y
su mente y corazón podían recibir fácilmente las impresiones. Pero
por pereza dejan los padres que sus hijos sigan su voluntad propia
hasta endurecerse en la mala conducta.
Estudien los padres menos del mundo, y más de Cristo; hagan
menos esfuerzos por imitar las costumbres y modas del mundo, y
dediquen más tiempo y esfuerzo a amoldar la mente y el carácter de
sus hijos de acuerdo con el Modelo divino. Entonces podrán mandar
a sus hijos e hijas fortalecidos por una moral pura y un propósito
noble, a recibir una educación que los capacite para ocupar puestos
de utilidad y confianza. Los maestros regidos por el amor y el temor
de Dios podrían conducir a estos jóvenes todavía más adelante y
hacia arriba, preparándolos para beneficiar al mundo y honrar a su
Creador.
Relacionado con Dios, todo instructor ejercerá una influencia pa-
ra inducir a sus alumnos a estudiar la Palabra de Dios y obedecer su
ley. Dirigirá sus mentes a la contemplación de los intereses eternos,
abriendo delante de ellos vastos campos de reflexión, temas grandio-
sos y ennoblecedores, a cuya comprensión el intelecto más vigoroso
podrá dedicar sus facultades, y sin embargo sentir que queda aún
más allá un infinito.