Página 125 - Consejos sobre Mayordom

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Capítulo 26—Robando a Dios el servicio legítimo
En las filas de los observadores del sábado hay hombres que se
aferran a su tesoro terrenal. Este es su dios, su ídolo; y aman su dine-
ro, sus granjas, su ganado y sus mercaderías más que a su Salvador,
quien por amor a ellos se empobreció para que ellos, mediante su
pobreza, llegasen a ser ricos. Exaltan sus tesoros terrenales y los
consideran de mayor valor que las almas de los hombres. ¿Recibirán
ellos estas palabras de aprobación: “Bien hecho”? No; nunca. Es-
cucharán llenos de asombro esta sentencia irrevocable: “Apartaos”.
Cristo no tiene lugar para ellos. Han sido siervos perezosos que han
amontonado los recursos económicos que Dios les ha dado, mientras
sus semejantes perecían en las tinieblas y el error.
Mi alma se conmueve íntimamente en lo que atañe a este asunto.
¿Dormirán los hombres que tienen recursos financieros hasta que
sea demasiado tarde? Finalmente Dios los rechazará a ellos y a sus
riquezas, diciéndoles: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por
las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y
vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están
enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros”.
Santiago 5:1-3
.
Qué revelación se hará el día de Dios, cuando los tesoros amon-
tonados, y los sueldos retenidos fraudulentamente, clamen contra
sus poseedores, quienes eran cristianos supuestamente buenos, y
se halagaban a sí mismos con la idea de que estaban guardando la
ley de Dios, cuando amaban más las ganancias que lo que se había
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comprado con la sangre de Cristo, las almas de los hombres.
Ahora es el tiempo cuando todos deben trabajar... ¿Qué contes-
tarán muchos en el día del Señor, cuando él pregunte: ¿Qué habéis
hecho por mí, que he dado mi riqueza, mi honor, mi posición y mi
vida para salvaros de la ruina? Los que no han hecho nada quedarán
sin habla en ese día. Verán el pecado de su descuido. Han robado
a Dios el servicio de toda una vida. No han influido en nadie para
bien. No han llevado ni un alma a Jesús. Se sentían conformes con
no hacer nada por el Maestro; y finalmente no reciben recompensa
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