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              Consejos sobre Mayordomía Cristiana
            
            
              alguna, sino pérdida eterna. Perecen con los malvados, aunque pro-
            
            
              fesaban ser seguidores de Cristo.—
            
            
              The Review and Herald, 14 de
            
            
              marzo de 1878
            
            
              .
            
            
              El gran pecado de los cristianos profesos
            
            
              Cada hombre, cualquiera sea su oficio o profesión, debería hacer
            
            
              de la causa de Dios su primer interés; no sólo debería ejercitar
            
            
              sus talentos para promover la obra del Señor, sino también debería
            
            
              cultivar sus habilidades para alcanzar este fin. Muchos dedican meses
            
            
              y años a la adquisición de un oficio o profesión a fin de llegar a ser
            
            
              obreros de éxito en el mundo; y sin embargo no realizan ningún
            
            
              esfuerzo especial para cultivar los talentos que podrían convertirlos
            
            
              en trabajadores de éxito en la viña del Señor. Han pervertido sus
            
            
              capacidades y han empleado mal sus talentos. Han manifestado
            
            
              menosprecio por su Maestro. Este es el gran pecado del pueblo
            
            
              profeso de Dios. Se sirven a sí mismos y sirven al mundo. Puede
            
            
              ser que tengan la fama de ser financistas astutos y exitosos; pero
            
            
              descuidan de acrecentar por el uso los talentos que Dios les ha
            
            
              dado para su servicio. La habilidad en el trato con el mundo se
            
            
              fortalece por el ejercicio, pero la habilidad espiritual se debilita por
            
            
              la inactividad.—
            
            
              The Review and Herald, 1 de enero de 1884
            
            
              .
            
            
              [131]
            
            
              El pecado del descuido
            
            
              Si las personas cuyos talentos se están herrumbrando a causa de
            
            
              la inacción buscaran la ayuda del Espíritu de Dios y salieran a tra-
            
            
              bajar, veríamos realizarse mucho más. Urgentes pedidos de socorro
            
            
              conmoverían los corazones, y se daría esta respuesta: “Haremos todo
            
            
              lo que podamos en nuestra debilidad e ignorancia, y nos volveremos
            
            
              hacia el gran Maestro en busca de sabiduría”. ¿Puede ocurrir que
            
            
              en medio de todas estas puertas abiertas a las oportunidades, estos
            
            
              patéticos pedidos de ayuda, hombres y mujeres todavía permanez-
            
            
              can sentados con los brazos cruzados, o que empleen sus manos
            
            
              únicamente en un trabajo egoísta con propósitos terrenos?
            
            
              Jesús dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo”.
            
            
              Mateo 5:14
            
            
              . Pero cuán pocos tienen conciencia de su propio poder
            
            
              e influencia; cuán pocos comprenden lo que podrían hacer a fin de