Página 136 - Consejos sobre Mayordom

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Consejos sobre Mayordomía Cristiana
Como en los días de Noé
Si contemplamos el panorama de los días anteriores al diluvio,
y si luego dirigimos nuestra atención a los hábitos y prácticas de
la sociedad de hoy, veremos que nuestro mundo está madurando
rápidamente para las plagas de los días finales. Los hombres han co-
rrompido la tierra por su conducta pecaminosa. Satanás está jugando
el juego de la vida por las almas de los hombres. Los que ponen en
práctica las palabras de Cristo encontrarán que deberán velar y orar
continuamente a fin de no caer en tentación.
Al parecer muchos no aprecian el hecho de que el dinero que
gastan innecesariamente en diversiones que no hacen más que afligir
el alma y colocar el fundamento de la corrupción moral, es dinero
que pertenece al Señor. Los que utilizan el dinero con fines de
complacencia egoísta están deleitando y glorificando al enemigo de
toda justicia. Si volvieran sus corazones a Dios emplearían su dinero
para bendecir y elevar a sus semejantes, para aliviar la pobreza y
el sufrimiento. En nuestro mundo reinan la inanición, la desnudez,
la enfermedad y la muerte; ¡y sin embargo cuán pocos disminuyen
su extravagancia pecaminosa! Satanás está inventando todo lo que
puede a fin de mantener a los hombres bien ocupados para que no
tengan tiempo de considerar esta pregunta: “¿Cómo está mi alma?”
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El interés de Cristo en la humanidad
El dueño de todos nuestros tesoros terrenales vino al mundo en
forma humana. El Verbo fue hecho carne y moró entre nosotros.
No podemos apreciar cuán profundamente interesado está él en la
humanidad. El conoce el valor de cada alma. ¡Con cuánta aflicción
fue agobiado cuando vio su herencia adquirida hechizada por las
invenciones satánicas!
La única satisfacción que Satanás obtiene al jugar el partido de
la vida por las almas de los hombres, es la satisfacción que deriva
hiriendo el corazón de Cristo. Aunque él era rico, se hizo pobre por
amor a nosotros, para que mediante esa pobreza llegásemos a ser
ricos. Sin embargo en vista de este gran hecho, la mayoría de los ha-
bitantes del mundo permite que las posesiones terrenas eclipsen las
atracciones celestiales. Colocan sus afectos en las cosas mundanales