Página 138 - Consejos sobre Mayordom

Basic HTML Version

134
Consejos sobre Mayordomía Cristiana
bienes mundanos, y no hay recursos para promover el reino de Dios
en el mundo aliviando la aflicción mental y física de los habitantes
del planeta. Muchos cristianos profesos no acatan la orden de Cristo
cuando dijo: “Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
Mateo 6:20, 21
.
El Señor no obligará a los hombres a obrar con justicia, a amar
la misericordia y andar humildemente delante de Dios; pone el bien
y el mal ante los instrumentos humanos, y establece claramente
cuál será el resultado de seguir el uno o el otro. Cristo nos invita
[144]
diciendo: “Sígueme”. Pero nunca se nos fuerza a seguir en pos de sus
pisadas. Si no andamos en sus pisadas, es porque esto constituye el
resultado de una elección deliberada. A medida que contemplamos
la vida y el carácter de Cristo, surgen en nosotros fuertes deseos
de ser como él en nuestro carácter; y proseguimos en conocer al
Señor, y en saber que como el alba está dispuesta su salida. Entonces
comenzamos a comprender que “la senda de los justos es como la
luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”.
Proverbios 4:18
.—
The Review and Herald, 31 de marzo de 1896
.
La adquisición de riquezas no es un pecado
La Biblia no condena al rico por el hecho de ser rico; tampoco
declara que la adquisición de riquezas sea un pecado, ni dice que
el dinero es la raíz de todo mal. Todo lo contrario, las Escrituras
declaran que Dios es el que da el poder para conseguir riquezas.
Esta habilidad es un talento precioso si se lo consagra a Dios y se lo
emplea para promover su causa. La Biblia no condena el genio ni
el arte, porque éstos proceden de la sabiduría que Dios imparte. No
podemos hacer que el corazón sea más puro o más santo cubriendo
el cuerpo de cilicio o privando el hogar de todo lo que proporciona
comodidad, gusto o conveniencia.
Las Escrituras enseñan que la riqueza es una posesión peligrosa
únicamente cuando se la hace competir con el tesoro inmortal. Se
convierte en una trampa cuando lo mundano y lo temporal absorben
los pensamientos, los afectos y la devoción que Dios reclama para
sí. Los que cambian el eterno peso de gloria por un poco de brillo
del oropel del mundo, las moradas eternas por una casa que puede