Página 148 - Consejos sobre Mayordom

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Consejos sobre Mayordomía Cristiana
El hombre mundano siente un deseo vehemente por algo que no
posee. La fuerza del hábito lo ha inducido a orientar cada pensa-
miento y propósito hacia la tarea de hacer provisión para el futuro, y
a medida que envejece se pone más ansioso que nunca por adquirir
todo lo que sea posible. Es tan sólo natural que el codicioso se torne
cada vez más codicioso a medida que se aproxima al tiempo cuando
ha de perder su dominio sobre todas las cosas terrenales.
Toda esta energía, perseverancia, determinación y laboriosidad
aplicada a la obtención de poder mundano es el resultado de la
perversión de sus facultades aplicadas a un objetivo equivocado.
Habría podido cultivar mediante el ejercicio cada facultad hasta
su grado más elevado en su preparación para la vida celestial e
inmortal, y para un sobremanera grande y eterno peso de gloria. Las
costumbres y las prácticas del hombre mundano, su perseverancia y
su energía, y su aprovechamiento de cada oportunidad de añadir a lo
que ya tiene, deberían constituir una lección para los que pretenden
ser hijos de Dios, que buscan gloria, honra e inmortalidad. Los hijos
del mundo son más sabios en esta generación que los hijos de la
luz, y en esto se ve su sabiduría. Su objetivo consiste en la ganancia
de cosas terrenales y aplican todas sus energías para conseguir esta
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finalidad. ¡Ojalá que este celo caracterizase a los que trabajan por
las riquezas celestiales!—
The Review and Herald, 1 de marzo de
1887
.
Desventajas de las riquezas
Son muy pocos los que comprenden el poder de su amor por el
dinero hasta que se los pone a prueba. Entonces es cuando muchos
que profesan ser seguidores de Cristo muestran que no están pre-
parados para el cielo. Sus obras testifican que aman más el dinero
que a su prójimo o a Dios. Tal como el joven rico, preguntan por
el camino de la vida, pero cuando éste les es señalado y cuando
calculan el costo, y ven que se exige de ellos el sacrificio de las
riquezas mundanales, deciden que el cielo cuesta demasiado. Cuanto
mayores son los tesoros hechos en la tierra, tanto más difícil resulta
para sus poseedores comprender que éstos no les pertenecen sino
que les han sido prestados para que los utilizasen para gloria de
Dios.