Página 160 - Consejos sobre Mayordom

Basic HTML Version

156
Consejos sobre Mayordomía Cristiana
ofrecerse a Jesús como dones consagrados, y él los presentará al
Padre con la fragancia de sus propios méritos. Si presentamos lo
mejor que tenemos con toda sinceridad y con amor a Dios, con el
anhelo ferviente de servir a Jesús, el don será aceptado plenamente.
Cada uno puede hacerse tesoros en los cielos. Todos pueden ser
“ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí
buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida
eterna”.
1 Timoteo 6:18, 19
.
Unidos por vínculos de simpatía
Dios se propone que los ricos y los pobres se unan estrechamente
con vínculos de simpatía y utilidad. Él tiene un plan para cada uno
de nosotros en forma individual. Ha señalado una obra para todos
los que quieran servirle. Nos pide que nos interesemos en cada caso
de sufrimiento o de necesidad que encontremos a nuestro paso.
Nuestro Señor Jesucristo fue rico, y sin embargo por amor a
nosotros se empobreció, para que mediante su pobreza pudiésemos
ser ricos. El pide a quienes ha confiado bendiciones temporales
que sigan su ejemplo. Les dice: “Siempre tendréis a los pobres con
vosotros, y cuando queráis, les podréis hacer bien”.
Marcos 14:7
. La
necesidad y miseria del mundo estimulan constantemente nuestra
compasión y simpatía, y el Salvador declara que el ministerio de los
afligidos y dolientes constituye el servicio más agradable para él. Él
dice: “¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres
[168]
errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras,
y no te escondas de tu hermano?”.
Isaías 58:7
. Debemos servir a
los enfermos, alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos e
instruir a los ignorantes.
Hay muchos que murmuran contra Dios porque el mundo está
tan lleno de necesidad y sufrimiento. Pero el Señor es un Dios be-
nevolente, y por esto desea que por medio de sus representantes a
quienes ha confiado sus bienes, se satisfagan todas las necesidades
de sus criaturas. Ha hecho provisión abundante para las necesida-
des de todos, y si los hombres no abusaran de sus dones retenién-
dolos egoístamente de sus semejantes, nadie necesitaría padecer
necesidad.—
The Review and Herald, 20 de junio de 1893
.