Página 192 - Consejos sobre Mayordom

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Consejos sobre Mayordomía Cristiana
hombre. Durante miles de años Dios ha trabajado mediante los ins-
trumentos humanos, pero si él quiere puede descartar a los egoístas,
a los amadores del dinero y a los codiciosos. Él no depende de nues-
tros recursos y por lo tanto no será restringido por el instrumento
humano. Él puede llevar a cabo su propia obra aunque nosotros no
desempeñemos parte alguna en ella. ¿Pero a quién de nosotros le
agradaría que el Señor hiciese eso?
Sería mucho mejor no dar nada que dar de mala gana, porque
cuando compartimos nuestros recursos sin la intención de dar volun-
tariamente, nos burlamos de Dios. Recordemos que estamos tratando
con Alguien de quien dependemos para recibir toda bendición, con
Alguien que lee cada pensamiento de nuestro corazón y hasta los
propósitos de la mente.—
The Review and Herald, 15 de mayo de
1900
.
El dador alegre es aceptado
“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará es-
casamente; y el que siembra generosamente, generosamente también
segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni
por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.
2 Corintios 9:6, 7
.
Si obramos de acuerdo con el espíritu de este consejo, podemos
invitar al Ser divino para que revise las cuentas de nuestros asun-
tos temporales. Comprenderemos que estamos dando únicamente
ofrendas de lo que nuestro Señor nos ha confiado.
Todas nuestras ofrendas debemos presentarlas con gozo, porque
proceden de los fondos que el Señor ha considerado conveniente
colocar en nuestras manos con el propósito de llevar adelante su
obra en el mundo, a fin de que el estandarte de la verdad pueda ser
desplegado en las zonas rurales y urbanas del mundo. Si todos los
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que profesan la verdad quisieran dar al Señor lo que le pertenece en
términos de diezmos, donativos y ofrendas, habría alimento en la
casa del Señor.
La causa de la liberalidad no dependería más de los donativos
inciertos hechos por impulso y que varían de acuerdo con los senti-
mientos de los hombres. Los derechos de Dios serían aceptados de
buena gana y se consideraría que su causa tiene derecho legítimo a
una parte de los fondos confiados a nuestras manos.