Página 282 - Consejos sobre Mayordom

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Consejos sobre Mayordomía Cristiana
no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos,
sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan
piedad”.
1 Timoteo 2:8-10
.
Aun entre los que profesan ser hijos de Dios hay quienes gastan
en ropa más de lo que es necesario. Deberíamos vestirnos pulcra-
mente y con buen gusto, pero, hermanas mías, cuando compráis y
confeccionáis vuestra propia ropa y la de vuestros hijos, pensad en
la obra que todavía espera ser hecha en la viña del Señor. Es correcto
comprar buenos materiales y confeccionarlos bien. Pero los adornos
exuberantes son innecesarios, y usarlos es gastar en la gratificación
de sí mismo el dinero que debería colocarse en la causa de Dios.
No es vuestro vestido el que os da valor ante la vista del Señor.
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Dios valora el adorno interior, las gracias del Espíritu, la palabra
bondadosa, la consideración hacia los demás. Privaos de los adornos
superfluos y apartad el dinero así ahorrado para el adelantamiento de
la causa de Dios. Aprended la lección de la abnegación y enseñadla
a vuestros hijos. Todo lo que pueda ahorrarse practicando la abnega-
ción se necesita ahora en la obra que debe realizarse. Hay que aliviar
a los que sufren, hay que vestir a los desnudos, hay que alimentar a
los hambrientos; la verdad para este tiempo debe ser proclamada a
los que no la conocen. Negándonos lo que no necesitamos, podemos
participar en la gran obra de Dios.
Somos testigos de Cristo y no debemos permitir que los intereses
mundanos absorban nuestro tiempo y atención a tal punto que no
tomemos en cuenta las cosas que Dios ha dicho que deben ocupar
el primer lugar. Hay en juego intereses superiores. “Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia”.
Mateo 6:33
. Cristo
se dio por entero a la obra que había venido a realizar, y él nos ha
dicho: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y
tome su cruz, y sígame”.
Mateo 16:24
. “Y seáis así mis discípulos”.
Juan 15:8
.
Cristo se entregó voluntaria y gozosamente a la realización de la
voluntad de Dios. Fue obediente hasta la muerte, y hasta la muerte en
la cruz. ¿Deberíamos encontrar difícil negarnos a nosotros mismos?
¿Deberíamos apartarnos para no participar de sus sufrimientos? Su
muerte debería conmover cada fibra de nuestro ser y disponernos a
consagrar a su obra todo lo que poseemos y lo que somos. Al pensar