Página 292 - Consejos sobre Mayordom

Basic HTML Version

288
Consejos sobre Mayordomía Cristiana
obrando sobre los corazones y los caracteres humanos expulsará
toda tendencia hacia la codicia y el proceder engañoso...
En algunas ocasiones el Señor ha actuado decididamente en el
caso de hombres mundanos y egoístas. Sus mentes han sido ilumi-
nadas por el Espíritu Santo, sus corazones han sentido su influencia
enternecedora y subyugadora. Bajo la impresión de la misericordia y
la gracia abundantes de Dios, consideraron como su deber promover
su causa, edificar su reino... Sintieron deseos de participar en el reino
de Dios, y prometieron dar sus recursos para ayudar a alguna de las
diferentes empresas de la causa de Dios. Esa empresa no fue hecha
al hombre sino a Dios, ante la presencia de sus ángeles, quienes
influían en los corazones de esos hombres egoístas y amadores del
dinero.
Cuando hicieron la promesa, fueron bendecidos con abundancia;
pero los sentimientos cambian rápidamente cuando están arraigados
en terreno profano. A medida que la impresión inmediata del Espíritu
Santo pierde intensidad, a medida que la mente y el corazón vuelven
a absorberse en los negocios mundanales, les resulta más difícil
mantener la consagración a Dios de sí mismos y de sus propiedades.
Satanás los asalta con su tentación: “Fuisteis unos necios al prometer
ese dinero, porque lo necesitáis para invertirlo en vuestros negocios;
y si pagáis esa promesa experimentaréis pérdida”.
Y ellos se arrepienten, murmuran, se quejan del mensaje del
Señor y de sus mensajeros. Dicen cosas que no son verdaderas,
[328]
pretenden que prometieron bajo un estado de excitación, que no
comprendían claramente el asunto, que se exageraron las necesida-
des, que sus sentimientos fueron excitados, y que esto los indujo a
formular la promesa. Hablaban como si la preciosa bendición que
habían recibido fuese el resultado de un engaño practicado contra
ellos por los ministros a fin de conseguir dinero. Cambiaron de pa-
recer y no se sintieron obligados a pagar sus promesas a Dios. Se
cometen terribles robos contra Dios, y se presentan endebles excusas
para resistir y negar el Espíritu Santo. Algunos aducen como razón
que han tenido inconvenientes; dicen que necesitan su dinero—¿para
qué? Para enterrarlo en casas y terrenos, o en algún negocio para
ganar más dinero. Piensan que como la promesa fue hecha para un
propósito religioso, no se les puede exigir por la ley su cumplimien-
to, y el amor al dinero es tan fuerte que engañan a sus propias almas,