Página 303 - Consejos sobre Mayordom

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La preparación para la muerte
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En verdad, los siervos de Dios deben hacer sus testamentos cada día
en buenas obras y ofrendas generosas a Dios. No deben permitir que
la cantidad dada a Dios sea desproporcionalmente pequeña cuando
se la compara con la cantidad dedicada a su propio uso. Al hacer
así su testamento diariamente, recordarán aquellos objetos y amigos
que ocupan el mayor lugar en sus afectos.
Su mejor amigo es Jesús. Él no les privó de su propia vida, sino
que por amor de ellos se hizo pobre, a fin de que por su pobreza
fuesen enriquecidos. Merece todo el corazón, toda la propiedad,
todo lo que ellos tienen y son. Pero muchos de los que profesan
ser cristianos postergan los requerimientos de Jesús en la vida, y le
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insultan dejándole una mínima donación al morir. Recuerden todos
los que pertenecen a esta clase que este robo a Dios no es una acción
impulsiva sino un plan bien considerado, en cuyo prefacio dicen:
“En pleno goce de mis facultades”. Después de haber defraudado a
la causa de Dios en vida, perpetúan el fraude después de muertos, y
esto con el pleno consentimiento de sus facultades mentales. Un tes-
tamento tal es lo que muchos se conforman con tener por almohada
mortuoria. Su testamento es parte de su preparación para la muerte, y
está preparado de manera que sus posesiones no perturben sus horas
finales. ¿Pueden los tales pensar con placer en lo que se requerirá de
ellos cuando hayan de dar cuenta de su mayordomía?
Debemos todos ser ricos en buenas obras en esta vida, si que-
remos obtener la vida futura, inmortal. Cuando el juicio sesione, y
los libros se abran, cada uno será recompensado según sus obras.
Hay, matriculados en el registro de la iglesia, muchos nombres al
frente de los cuales está anotado el robo en el libro mayor del cielo.
Y a menos que esas personas se arrepientan y obren por el Maes-
tro con generosidad desinteresada, participarán ciertamente de la
condenación del mayordomo infiel.
Pérdidas debidas a falta de testamento
Sucede con frecuencia que un activo negociante muere repenti-
namente, y al examinar sus negocios se los encuentra muy enredados.
Cuando se procura poner sus cosas en orden, los honorarios de los
abogados consumen gran parte de la propiedad, si no toda, mientras
que su esposa e hijos y la causa de Cristo quedan despojados. Los